domingo, 22 de diciembre de 2013

La peluquería china

Si hay algún lugar donde puedes flipar mucho por poco dinero, es la peluquería china de mi nuevo barrio. Todo empezó porque iba siendo necesario cortarse el pelo y salí a explorar, a ver si encontraba un sitio donde: a) no me clavaran mucho, b) no me hicieran un corte de pelo de señora de 60 años y c) no me hicieran un corte de pelo choni. Estas condiciones descartaban tres de las cuatro peluquerías que había localizado por la zona. En la cuarta no me cogieron, y más tarde me alegré porque descubrí que era de las que hacían cortes de pelo de señora.

Seguí caminando hasta que encontré una peluquería china muy apañada. Al menos era barata y se podía medir por el control de calidad que se aplica en este barrio: las señoras. Si estaban haciéndose la manicura, no podía ser muy cara y seguro que te hacían la pelota. Además, había chicas jóvenes peinándose que no salieron de allí con el mismo pelo que Sofía de Grecia.

A partir de ahí, todo se sucedió muy rápido, porque son la eficiencia personificada. Llegó una mujer que parecía ser La Jefa y me soltó una frase típica de peluquera madrileña: "Hola guapa, ¿qué te vas a hacer?". Cuando me quise dar cuenta, mi cazadora ya estaba colgada de una percha y apareció un chino con dos toallas, un bote con agua y un bote de Pantene que no tenía Pantene, tenía algo que olía a chicle de cereza.

Siguiendo la lógica que he seguido durante muchos años en la peluquería, me dirigí hacia los lavaderos. "No, no, aquí". ¿Aquí dónde? Pues enfrente de un espejo muy grande, donde el chino de los botes me lavó el pelo en seco, masaje de hombros incluido (hasta me deshizo un nudo que tenía en el trapecio). Bueno, es un lavado raro, pero al menos sí que me aclararon en el lavadero.

Todavía un poco desorientada por el champú de chicle de cereza, me devolvieron a la silla frente al espejo enorme y vino La Jefa. Me mira, la miro, nos miramos, y me vuelve a preguntar: "¿Cómo te corto, guapa?". Se lo explico, agarra el peine y las tijeras, me coge un mechón, lo mira y procede a dar su opinión de peluquera experta: "Poco pelo" (hijaputa).

Lo siguiente que me chocó fue que me hiciera caso. Esto no suelen hacerlo las peluqueras tradicionales, a las que normalmente les tienes que pedir la mitad de lo que quieres: si quieres cortarte cuatro dedos, pide dos; si quieres flequillo largo, dile que sólo quieres desfilarte un poco; si no quieres que te echen crema ni sérum, prepárate para entrar en una batalla a muerte por el derecho a decidir qué quieres hacer con tu pelo.

Y así, tan contenta, en menos de media hora y con un corte de pelo actual, acorde a mi edad y económico, me fui a casa y no volví a acordarme de la peluquería china... hasta hace unos días, cuando Hell's Tea me preguntó qué tal era, porque quería cortarse el pelo y peinarse. Por ahorrar tiempo, digamos que vivió el mismo proceso que yo, pero comentando la jugada por wasap, con unas planchas por medio y con El Chino Gayer del Flequillo Teñido en vez de La Jefa.

Esta tarde hemos vuelto, porque abren los domingos, a Hell's Tea le daba una pereza sobrehumana lavarse el pelo con el chorrillo gélido ridículo que sale de la ducha de casa de su suegra y ya habían pasado muchos meses desde mi anterior expedición, por lo que ya iba tocando cortarse otra vez el pelo. Antes de ir, Hell's Tea investigó la peluquería en Google. Al volver a casa hice lo mismo, y el primer resultado que salió en Google fue "Peluquerías chinas con sorpresa - Foro de putas".

Ahora entendemos mejor por qué se pueden permitir esos precios, no sin cierto miedo a que nos cierren la peluquería en una redada y tengamos que buscar al Chino Gayer del Flequillo Teñido por todo Madrid para que vuelva a cortarnos el pelo.

viernes, 20 de diciembre de 2013

2013 letra a letra

Venga, que sé que os encanta esta costumbre que le plagié a Hell's Tea. A ver cuántas trampas tengo que hacer este año para llenar todas las letras.

A: amistad. Entre las madres primerizas, las expatriadas, los que no tienen tiempo, los horarios incompatibles (principalmente el mío) y otras zarandajas, lo cierto es que el contacto virtual pesa más que el contacto físico. Aún así, reconforta mucho saber que siempre habrá alguien al otro lado de la pantalla o del teléfono para atender cualquier crisis (incluida la de los 27, que afortunadamente ya pasó).

B: boda. Este año sólo fue una pero la rodearon taaaantas cosas que es como si hubieran sido siete. Entre la despedida tróspida que nos montamos dos días antes de la boda (con su cúmulo correspondiente de contratiempos), que al día siguiente había que ir a currar y el viaje de ida y vuelta hasta el fin del mundo (65 kilómetros desde Fuenlabrada), creo que aún necesito que el acontecimiento se diluya un poco más en el tiempo para superar la paliza que supuso todo aquello.

C: cocinar. Es algo que siempre me ha dado muchísima pereza. No es que me disguste ni que se me dé mal, simplemente no tengo paciencia para tirarme dos horas preparando algo elaboradísimo mientras me va entrando hambre. Aún así, hago mis experimentos, que no suelen salir mal.

D: dejadez. Pero mucha mucha mucha. Falta de tiempo, cansancio, pereza... lo que sea, pero llevo ya demasiado tiempo teniendo la sensación de que no llego a todo. Así está el blog, como un descampado.

E: entrenar. Concretamente, para la San Silvestre. Es mi objetivo de este año y en unos días veré si lo cumplo.

F: fuerza de voluntad. Reconozco que un poquito más de esto no me vendría mal, principalmente para superar la D.

G: gimnasio. He descubierto actividades maravillosas, como el pilates, el GAP o el core. De no ser por el rato que paso allí todas las mañanas, a estas alturas ya estaría en prisión preventiva por homicidio, posiblemente múltiple.

H: horarios. En la carrera de Periodismo deberían quitar tanta asignatura inútil y poner algo enfocado a la vida laboral, incluyendo una asignatura que te vaya preparando mentalmente para los horarios que vas a tener si algún día consigues encontrar un trabajo en esta noble profesión.

I: Ichabod Crane. La serie de Sleepy Hollow ha sido el mayor descubrimiento del año, al menos para mí. Como ahora tardo menos en llegar a casa, puedo ver series antes de acostarme, y esta es una de las más ayudan a desconectar (sin ser tan estrambótica como el porno vampírico de True Blood).

J: John Watson. No puedo esperar hasta el 2 de enero de 2014 (que será el día en que me la baje) para ver la tercera temporada de Sherlock, ¡la quiero ya!

K: kilos. Este año no me ha tocado ganar, me ha tocado perder. Parece que ya me voy estabilizando, pero el próximo que me diga "estás más delgada" corre peligro de sufrir una agresión grave.

L: lágrimas. Puedo poner fecha exacta a casi todas las veces que he llorado por motivos laborales. No se lo recomiendo a nadie, en serio.

M: mudanza. El acontecimiento del año, sin duda alguna. Mudarse solo es jodido y una casa da un cojón y medio de trabajo, pero yo estoy encantada de la vida. En invierno un poco menos, porque la calefacción es un poco deficitaria en esta casa (por no decir directamente inexistente).

N: noticias. ¿Es cosa mía o este año hemos tenido saturación de acontecimientos? Que si los papeles de Bárcenas, las imputaciones y desimputaciones de la infanta, las corruptelas varias, el descarrilamiento de Santiago, el juicio del Prestige, la 'doctrina Parot', la cantidad de gente conocida que ha muerto... y aún así los periodistas nos las vemos y nos las deseamos para llenar todos los días minutos y portadas. El resumen anual de 2013 va a venir bien cargadito.

O: ortodoncia. Por mí me la quitaría ya, porque yo me veo estupenda y tengo unas ganas tremendas de comerme un chicle, pero mi dentista dice que aguante. Le haremos caso, que ella sabe de esto más que yo.

P: plancha. Fue independizarme, y que la plancha entrara directamente en la lista de cosas que más odio en el mundo. Y, además, en un puesto muy alto. Creo que es la pérdida de tiempo más grande inventada por el ser humano: emplear dos horas en planchar un montón de ropa que sólo vas a poder usar una vez no es nada eficiente.

Q: QuarXPress. Lo que se echa de menos la maquetación en papel (concretamente opciones como el track y el kern) cuando todos los días de tu vida tienes que cuadrar titulares y entradillas en una web. Los medios habrán evolucionado, pero quienes trabajamos en ellos seguimos pensando en papel.

R: reloj. Mi reloj de piloto (lo llamo así porque tiene tres esferas para tres zonas horarias) con una esfera parada, otra adelantada y una raja de arriba abajo en el cristal es una imagen que habla más que mil palabras. Prometo llevarlo a arreglar en cuanto pueda, que será cuando me reconcilie con la gestión diaria del tiempo.

S: salud. Este año he pasado más tiempo del habitual por hospitales y consultas (vamos, que he tenido que ir más veces que la habitual recogida de las recetas de la alergia en primavera), pero ya está todo controlado. A ver qué tal se porta 2014.

T: terraza. Lo mejor de esta casa, sin duda. Bueno, ahora en invierno me sirve para lo mismo que a un pingüino una nevera, pero mientras hace bueno es la leche poder sentarme un rato con mi té a pasar el rato (aunque las vistas se limitan al bloque de enfrente y una calle en la que nunca ocurre nada interesante, excepto las dos veces que han venido a cargar contenedores marítimos).

U: urbanismo. Algo en lo que nadie pensó cuando se construyó el barrio en el que llevo unos meses viviendo.

V: viaje. Este año he cometido la imprudencia de viajar con mis padres al extranjero. Hacía mucho que no viajaba con ellos al mismo sitio y, de pronto, recordé el motivo: mi madre. Ahora va contándole a todo el mundo que Berlín le encantó y que se lo pasó divinamente, pero eso no es lo que yo recuerdo...

W: whatsapp (o wasap). El año pasado era mi padre con su smartphone y la malignidad de los grupos, este año la mención es positiva (bueno, más o menos), porque es la mejor manera de criticar cruelmente cuando te da un 'calentón' y necesitas poner a parir a alguien.

X: Xabi Alonso. No él en persona (que está bastante bien), sino un libro que me regalaron que tiene que ver con él y que es el ejemplo de que ser buena gente a veces tiene su recompensa.

Y: Yo Donna. Una de tantas revistas femeninas que cualquier día al llegar a casa puedo encontrarme bloqueando en buzón. Mi casera tiene por costumbre pasármelas cuando se cansa de ellas y ahí están, acumulándose hasta que tenga una cantidad suficiente para bajar a reciclarlas. No me voy a culturizar, pero al menos salvaré unos cuantos árboles.

Z: zzzzz. Me voy a dormir, que ya he cumplido. Dormir es otra de las muchas cosas que debería hacer más.