domingo, 28 de septiembre de 2014

La Puerta de la Luna

Si hay algo que me gustaría tener en casa (además de calefacción cuando llega el invierno) es una Puerta de la Luna. No sé muy bien cómo se puede instalar una en un tercer piso pero eso es lo de menos.



Hasta tengo una lista mental de gente a la que tiraría por mi hipotética Puerta de la Luna en caso de tenerla. Por ejemplo:

- La amiga pesada que siempre viene llorando a contarte la misma historia.

- Algún exjefe.

- Esa persona sin la que tu entorno laboral sería algo más agradable.

- La gente que no responde a los mensajes.

- La señora de edad indefinida que va a todas las clases del gimnasio porque le van bien de hora y luego se queja de la clase.

- Esa gente que te marea durante días, a veces incluso semanas, para quedar una tarde y siempre recula en el último momento.

- El vecino de los horarios imposibles que lo mismo despierta a medio bloque por la noche muy muy tarde que por la mañana muy muy temprano.

- Los que saturan los grupos de wasap.

- La taquillera del cercanías que nunca me hace ni puto caso y sólo me da a la primera lo que le he pedido una de cada cuatro veces.

- Según el día, a mí misma.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Fauna piscinera

Como no puedo tener trauma por la vuelta al trabajo, porque llevo sin tener ni un día libre como una pringada desde el 30 de junio, el susto me lo he llevado al volver a la piscina. Bueno, realmente no ha sido una vuelta, porque no he vuelto a mi piscina de siempre, sino que he ido a una nueva. Vale, tampoco "nueva", dejémoslo en otra distinta.

Y ese ha sido uno de los sustos: que las instalaciones en cuestión podrían considerarse resto arqueológico. Y la gente que me voy a encontrar tres días en semana de aquí a final de curso estuvo en la inauguración.

Lo que no cambia de una piscina a otra, independientemente de su ubicación (y de cuánto tiempo lleve allí), es la fauna que podemos encontrar:

- Los 'asfixiaos'. Se pueden encontrar en cualquier actividad deportiva dirigida, no son una especie exclusiva de las piscinas. No se van a dejar adelantar por nadie, y menos por ti; ya puedes ser Michael Phelps, que su orgullo siempre va a ir por delante. Esto les suele durar unos cinco minutos, después ya empiezan a respirar como osos asmáticos y, con un poco de suerte, consiguen llegar al final de la clase saltándose largos/series/repeticiones de algún ejercicio.

-Señoras de edad y forma indefinidas. Uno de mis mayores miedos es que una de ellas se me acerque y me diga "Yo de joven era como tú". El día que eso ocurra, me meteré debajo de la mesa a llorar muy fuerte y nada podrá hacer que salga de ahí en dos meses. Bueno, quien dice "nada" dice "Jason Bateman con una cerveza y un helado".

- Señoras pudorosas. Se duchan y se cambian sin quitarse el bañador. Incluso son capaces de quitarse el bañador sin quitarse el bañador. ¿Cómo? Pues no lo sé, pero pueden hacerlo.

- Madres escandalizadas. Entran en los vestuarios y en las duchas de mujeres con una legión de niños (niños de género masculino, para más señas) y se ponen a criticar en voz alta y con toda la indignación que son capaces de reunir que ¡en los vestuarios de mujeres hay mujeres desnudas! Este podría ser el origen de las señoras capaces de quitarse el bañador sin desnudarse.

- Niños, muchos niños. Más vale que tengas controlada la hora a la que llegan para no coincidir con ellos. Como no llegues a la puerta de la piscina antes del segundo exacto en que les abren la puerta del autobús, entrarás en un atasco sólo comparable a una operación llegada en domingo entrando a Madrid por la A-6 con lluvia y accidente múltiple un kilómetro por delante.