A: el nombre de uno de mis sobris. Ir a la S de "sobri" para más información.
B: Breslavia (Polonia). El descubrimiento del año. Sólo estuve allí dos días, suficiente como para querer volver a Polonia. Fue con invitación a evento social, así que tuve muy poco tiempo para explorar, pero suficiente para ver lo imprescindible.
C: crisis de los 27. Nunca había sido un problema cumplir años... hasta ahora. Ni los 20 ni los 25 habían supuesto un problema, pero los 27 han hecho estragos. Tras la cena de Navidad de la empresa, para rematar, se me intentó acercar un chavalín de 20 años. Es entonces cuando caes en la cuenta de que los nacidos en los 90 ya tienen edad legal para votar, beber y conducir y de que tu sitio está más con los treintañeros. Aunque tú sigues viviendo con tus padres porque los sueldos de la "generación perdida" no dan para independizarse (y eso en el mejor de los casos, que es tener un trabajo).
D: el nombre de uno de mis sobris. Ir a la S de "sobri" para más información (sí, he hecho C-V).
E: empleo. Eso que tanto escasea últimamente. Hemos llegado a una situación en la que prácticamente hay que dar gracias por tener uno, aunque no sea para tirar cohetes, y más aún porque no te echen. Esto último lo digo con mucho conocimiento de causa.
F: fin del mundo. Ese día estoy librando, que aún me quedaban dos días de vacaciones y me obligaban a cogerlas antes de reyes. No creo que se acabe nada ese día (la semana laboral como mucho, porque cae en viernes) pero, por si acaso, ya puedo decir que conozco al señor que hace los crucigramas del Frankfurter Allgemeine Zeitung y a una familia que recibe la felicitación navideña de la Casa Real, aunque sea por error.
G: gimnasio. Este año me lo he tomado más en serio. Bueno, decir esto ahora mismo sería un poco hipócrita, porque justo acabo de tomarme un mes de vacaciones. Entre un viaje y un curso no pude ir y decidí que pagar el mes para nada era tontería. Tranquilos, que esta semana vuelvo porque mis meses de gimasio empiezan el 18 ó 20 de cada mes (cuando me acuerdo de pagar). Mientras tanto, he seguido con la piscina.
H: HTC. Mi querido y pequeño telefonito. Lo tengo desde finales del año pasado pero no ha sido hasta hace relativamente poco cuando he empezado realmente a sacarle provecho. Descubrir por fin cómo hacer que deje de comerse memoria hasta no dejarte ni abrir las aplicaciones y bajarse Twitter ha tenido mucho que ver.
I: impar. Deseando estoy que llegue 2013, oye. ¿Por qué? Pues porque desde hace tiempo hay una regla no escrita en mi vida que se cumple impepinablemente: los años pares son una puta mierda, los impares la cosa mejora considerablemente y hasta me pasan cosas buenas. 2013 ven pronto, te necesito.
J: Juego de Tronos. Conste que no me gusta pero he visto las dos temporadas. La sequía estival de series (no sólo se puede vivir de True Blood y The Newsroom) y cierto grado etílico provocado por demasiada cerveza hicieron que un día me pusiera a ver el primer capítulo. Al ver lo lentísimo que avanzaba todo, lo achaqué a que iba más perjudicada de lo que pensaba, pero no, era cosa de la serie y no mía. Como adaptación digamos que deja mucho que desear. No, no pienso leerme los libros, porque es uno de esos géneros que me gusta ver pero que me aburre soberanamente leer. Si quisiera una novela larga con 1.872 personajes, me daría a la literatura rusa.
K: kilt. Es el nombre de la falda esa tan mona que llevan los escoceses. En mis vacaciones (ver N), mi compañera de viaje y yo nos encontramos con una boda escocesa en Wall Street, gaitero incorporado. En el evento social al que me invitaron en Breslavia, había un chico (escocés, obviamente) que decidió honrar a su patria presentándose así (además era uno de los elegidos para salir a dar un discurso). Entre el gaitero y el chico este, ya son tres los kilt que me he cruzado en mi vida. El primero fue cuando vivía en Berlín, volviendo a casa un sábado a altas horas de la noche y a pocos metros del que fuera mi portal. En ese evento también conocí al señor de los crucigramas. Fue un fin de semana bien aprovechado.
L: letras. No estas de resumen del año, sino a las que me tengo que enfrentar cada día en el trabajo. Cuando tu obligación es escribir, al llegar a casa te apetece hacer algo completamente diferente, de ahí el abandono al que se han visto sometidos todos mis blogs desde hace una buena temporada. Tengo material para escribir, sobre todo el viaje a Nueva York, lo que pasa es que prefiero dedicar mi tiempo libre a otras cosas que no sean el teclado y una pantalla en blanco que llenar de letras.
M: metro. Ahí sigo, con mis peleas continuas con el transporte público. Normalmente soy más de pelearme con los cercanías, sean de la nacionalidad que sean, pero el metro también me ha dejado momentos tróspidos este año. Como cuando salgo por ahí no pierdo las buenas costumbres, también en el metro de Nueva York (ver siguiente letra) tuve algún percance. Nada alarmante, sigo viva.
N: Nueva York. Fueron mis vacaciones de este año. De pronto, una amiga (otra Laura) y yo decidimos que este año nos íbamos juntas de viaje a Nueva York. Salió espontáneamente, según salíamos de un cumpleaños y otra amiga (que me estará leyendo ahora. ¡Hola Eteiss!) nos contaba sus vacaciones del año pasado, precisamente a Nueva York. Sí, fue un caso típico de "culo veo, culo quiero" pero nos lo pasamos de puta madre y, lo más importante, no nos matamos, aunque haya quien todavía se sorprenda de que no acabáramos como el rosario de la aurora siendo sólo dos.
Ñ: ñoña. Este año tampoco, queridos lectores.
O: ortodoncia. Es el único plan a medio-largo plazo que me puedo permitir. Pasado el sablazo inicial de la entrada, porque estas cosas se financian cual hipoteca, la cuota mensual es más que asumible y lo único que duele es la propia ortodoncia. No duele tanto como me habían dicho algunas personas, pero en ocasiones llega a ser muy molesto.
P: perspectiva. Ahora mismo no tengo ni una, la verdad. ¿Recordais lo ilusionada que estaba en año pasado con el nuevo trabajo? Pues ya se me ha pasado. Total, como dicen que se va a acabar el mundo tampoco pasa nada por no (poder) tener planes a medio-largo plazo, ¿no?
Q: ¿qué? La frase favorita de mi padre desde que adquirió un smartphone hace poco más de un mes. Ahí va el hombre, con sus 59 años y su cuenta de Twitter, que todavía no sabe muy bien cómo funciona ni qué uso darle. Yo intento ponerle menciones y enlaces, a ver si se entera, pero todavía no domina ni el retweet. Paciencia, que mi padre tiene potencial tuitero, lo que pasa es que no sabe focalizarlo. Con el wasap (ver W) pararece que se apaña mejor: ya manda archivos.
R: ruso. Lo he dejado, era demasiado. Aún me sorprende haber aprobado tercero con buena nota, pero ese idioma no hay por dónde cogerlo. Empiezo a sospechar que ni siquiera ellos se entienden pero finjen ante el resto del mundo para no quedar mal.
S: sobri. Y no uno, sino dos. Sigo pensando que mis amigas están locas pero aún así las quiero. A ver si los nenes crecen ya y se puede interactuar con ellos. Lo único que espero es que no se conviertan en niños hostiables de esos que odio, aunque conociendo a las madres y a los padres lo dudo mucho.
T: tróspido. Un día Hell's Tea me dijo "tienes que ver los tróspidos". Y así fue como me enganché a 'Quién quiere casarse con mi hijo'. Hacía tiempo que no seguía ningún programa en la tele (mis horarios no se prestan a ello) y también hacía tiempo que no me lo pasaba tan bien con un programa de televisión.
U: uñas. Por fin he dejado de morderme las uñas. Es un vicio infame que he tenido toda mi vida, sobre todo en momentos de estrés. ¿Cómo lo he logrado? Gracias a Eva, mi ortodoncista. Los hierros hacen de tope y no puedo morderme. Es una putada, porque estoy empezando a desarrollar otras manías, como rascarme o enredar con el piercing de la nariz. Pensándolo mejor, prefería lo de las uñas, que lo tenía bastante bien disimulado.
V: la empresa en la que trabajo. Es el empleo que más tiempo me ha durado (es decir, que no ha hecho una reestructuración o ha cerrado) y el único en el que he podido celebrar el año. No está mal para tener 27 años, ¿verdad?
W: whatsapp (o wasap). Ese invento del demonio. Está muy bien para quedar, que te indiquen cómo llegar a un sitio (maravillosa la opción de compartir ubicación) y un par de cosas más, pero el que inventó los grupos merece el destierro y después, cuando muera, ir directamente al infierno sin juicio ni hostias (bueno, lo mismo un par de hostias sí). ¿Qué es eso de dejar el móvil medio rato y encontrarte setenta mensajes?
X: XXVII. Después de leer la página que dedica el diccionario Espasa a la X, vigesimoséptima letra del alfabeto español, me rindo a los números romanos, igual que el año pasado. Que la X sea el 27 me viene bien, porque son los años que he cumplido y que aún no he terminado de asimilar. Para cuando quiera hacerme a la idea, habré llegado al 28. Ya sé que esto es hacer trampa y repetir la C, pero había que llenar todas las letras.
Y: yogur griego azucarado de Mercadona. A mitad de año me cambiaron el horario, consiguiendo algo que parecía imposible: que fuera peor. Ahora como a eso de las 12.30-12.45 y ceno casi doce horas después, ya que llego a casa a medianoche. Los yogures y la fruta de temporada me salvan las tardes y evitan que vaya asustando a la gente el en cercanías con los ruidos que haría mi estómago. Al llegar el frío también lo intenté con el cola-cao, pero alguien en la oficina se dedica a robar leche de la nevera.
Z: zorrupia. Hay días en que la obligan a una a ponerse borde ya nada más empezar. Tras un año y un par de meses en la misma empresa, tengo unas cuantas cosas claras: no voy a cargar con (más) responsabilidades que no son mías, no estoy aquí para aguantar tonterías de nadie y no voy a hacer el trabajo de los demás mientras se dedican a leer o ver vídeos de gatitos. Esto ha hecho que en algún momento puntual me haya ganado alguna enemistad pasajera o que me haya tocado sacar las uñas cuando me han intentado colgar algún marrón que ni de lejos era mío. Ojo, no es escaqueo, que yo mi trabajo lo hago. Pero el mío.