Acabo de colgarle el teléfono a mi enviado especial, que llamaba de urgencia con una noticia de última hora. Cachis, con lo a gusto que estaba yo, tirada en la cama y viendo un capítulo de 'A dos metros bajo tierra'. Pero tranquilos, no le van a evacuar del país ni ha pasado nada chungo (al menos hoy), es que cree que ha ligado.
Bueno, cree que ha ligado porque se lo han dicho los señores egipcios del metro, que él no lo tiene claro del todo. Y yo, mucho menos. Lo que sí tenemos claro los dos es que los señores del metro se han reído a su costa durante un buen rato (y lo que te rondaré, morena). Por lo visto todo ha empezado porque una secretaria de allí le ha dicho a alguien que quería hablar con él. Bueno, ahí empieza y ahí termina, porque eso es todo lo que ha ocurrido.
Después de tan ¿extraño? suceso y de que algún lugareño te explique que eso es normal, aunque no mucho (no olvidemos que ha sido ella quien ha preguntado, debe de ser una mujer muy atrevida) sólo hay una pregunta: ¿y luego qué se hace? ¿Dar el número de teléfono? Ni de coña. ¿Quedar a tomar un café? Nononono, eso es de pervertidos. Después, si acaso, vuelves un día al mismo sitio a tomarte un té con todos, repito TODOS, los que haya allí en ese momento. Si son cuatro como si son cuarenta.
Yo ya se lo he dicho a Gamab: ten cuidado con lo que haces, que cualquier día se te presenta un señor pidiéndote cabras o camellos como dote porque has saludado a su hija en una reunión de trabajo.
Que peligro xD
ResponderEliminarLa verdad es que, vistos desde fuera, los usos y costumbres de esta gente no tienen desperdicio.
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