martes, 22 de octubre de 2013

F

Todo empezó con una foto. Una foto hecha en el trabajo. Más de veinte personas, sólo cinco mujeres. A partir de ahí, se desataron los comentarios de amigos, familiares, compañeros de trabajo... Creo que, hasta entonces, nadie había sido capaz de medir el alcance.

Es entonces cuando te das cuenta de que un cromosoma con una patita de más no implica sólo una letra en el DNI, un letrero en la puerta de un servicio o en qué tienda te compras la ropa. Siempre pensé que, en Europa y el pleno siglo XXI, estas cosas ya no ocurrían, y menos en una profesión hasta arriba de mujeres.

Siempre había estado ahí, en la oficina, pero, hasta el día de la foto, nadie había hecho ningún comentario, más allá de lo obvio y siempre fuera del horario de trabajo y con una cerveza o una copa en la mano. Ese día fue diferente y fue un chico el que rompió el silencio: "vosotras no sois mujeres, sois supervivientes".

Horas después, y ya fuera del trabajo, el mismo compañero se despachó a gusto, aunque simplemente dijo lo que todos teníamos en la cabeza desde hacía ya tiempo. "A Fulanita la echaron porque se conoce que ya había demasiadas mujeres". "Si la becaria, en vez de Menganita, se hubiera llamado Manolo, aún seguiría con nosotros". "Es escandaloso, en las reuniones sólo hay una mujer y además no le dejan hablar".

Los demás, todos chicos, le daban la razón. Y yo, recién salida del trabajo, recordé de golpe todo lo que he visto, oído y vivido durante los dos últimos años: ver cómo el jefe le saca los colores a tu compañera por ir 'mona' a trabajar (o que te saque los colores a ti misma por llevar las uñas pintadas); que no pase nada porque dos compañeros estén de pie hablando de fútbol pero que te devuelvan inmediatamente a tu mesa por ir a pedir o a preguntarle algo a un compañero que necesitas para el trabajo que estás haciendo en ese momento; el mismo jefe, que entra por la puerta y va directo a saludar a los chicos, pasando de largo por tu sitio sin decir ni una sola palabra, día tras día; si estás al teléfono con alguien del trabajo que está fuera de la redacción y necesita algo estás "hablando con tus novios" pero tus compañeros entran y salen durante todo el día con el teléfono en la mano sin que nadie cuestione con quién están hablando.

Es curioso, parece que cuando es otro (en masculino) quien rompe el silencio los argumentos tienen más autoridad.

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