Hay gente que dedica sus vacaciones a estar tirado en la playa, a patearse una ciudad de cabo a rabo en una semana o a visitar a la familia. Yo soy rara y estoy haciendo un curso intensivo de alemán. Eso sí, al menos estoy en Berlín, así que cuenta como viaje.
Hoy ha sido mi primer día en serio de curso intensivo, aunque oficialmente empecé ayer. Lo de ayer no sabría como calificarlo, porque fue la primera toma de contacto con la academia (ubicada en un edificio de 1907 en el que nos han prohibido beber cerveza, porque al lado hay un centro de desintoxicación), rellenar papeles, explicaciones varias sobre el funcionamiento del centro y las pruebas de nivel. Esta última parte se dividía a su vez en dos: oral y escrita. La escrita no hace falta que la explique, la oral fue como una clase normal de conversación pero con tres profesores pensando en qué nivel poner a cada uno.
Después de las típicas presentaciones, nos pusieron por parejas, nos dieron unas preguntitas sobre cosas que podríamos (o no) haber hecho durante el fin de semana y hale, a largar en alemán. De toda la gente que había allí me podría haber tocado con cualquiera. Había un montón de gente maja y habladora, como un italiano que se pasó el descanso interrogando a todo el mundo o la doble griega de Hell's Tea, pero me cayó en suerte la más rancia de toda la academia (y posiblemente de toda la ciudad). Tampoco es que yo sea un ejemplo de simpatía a seguir pero hablo con la gente y hasta les digo frases completas. Y no era problema con el idioma, es que la pobre es así. Claro, con respuestas monosílabas no hubo manera de arrancar una conversación y me quedé sin cuestionario a una velocidad pasmosa.
Después vino la prueba escrita, en la que descubrí que da igual quién haya redactado las preguntas de un examen, porque en la de rellenar huecos siempre me quedan dos o tres palabras que no quedan bien en ningún sitio. Por lo menos el test que me dieron era de mi nivel, porque todo lo que preguntaban lo conocía (otra cosa es que me lo supiera).
Esta mañana, ha llegado el momento de buscarse en las listas para saber en qué grupo te toca. ¿Recordáis cuando erais pequeños y vuestros padres os tenían que recoger en el cole? Pues me he sentido como el último niño cuando he empezado a buscar mi nombre hoja por hoja y no aparecía. Como era de esperar, estaba en la última, lo que no sé si significa que me han puesto en "nivel pro" o que ordenan los grupos por orden alfabético, porque cada uno tiene el nombre de una zona de Berlín y el mío se llama Wedding. Antes de irme, tendré que preguntar a qué nivel equivale Wedding, porque eso no puedo ponerlo en el CV.
Sobre la clase de hoy, tampoco hay mucho que contar. Bueno, que hay gente demasiado motivada en esa clase (y también algunos que pasan de todo, para compensar) y que la profe no ha encontrado otro tema para hoy que un reportaje de quince minutos sobre el dialecto berlinés. Eso quiere decir que gran parte de la clase ha consistido en intentar descifrar los ejemplos de dialecto que tenía el reportaje. Me tendría que haber ido con la doble de Hell's Tea, que ellos han dado la pasiva.
martes, 30 de agosto de 2011
martes, 23 de agosto de 2011
La maleta
A todos nos gusta tener razón. Lo que pasa es que, a veces, no nos viene bien. Por ejemplo, a mí ahora no me viene nada bien ¿por qué? Pues llevo unos cuatro años diciéndo en casa que necesitamos una maleta nueva de tamaño medio. Esto viene siendo una capacidad de unos 16-17kg de ropa, que es lo justo como para no pasarte en la facturación del aeropuerto y tener aún margen para traerte un par de cosillas de recuerdo a la vuelta. Siempre que esas cosillas no sean pedruscos, plomo o lingotes de oro, claro está.
Después de cuatro años, mi madre me ha dado la razón y ha reconocido que el armazón de la unica maleta de tamaño medio de esta casa efectivamente estaba roto. Desde una hostiaca que se llevó en el aeropuerto de Budapest en 2007 no hago más que sacar trocitos de plástico cada vez que desempaco pero parece ser que eso no fue suficiente. Desde entonces, la maleta ha pasado por otros cinco viajes largos más y una apertura forzada, cortesía del personal de seguridad del aeropuerto de San Francisco. Ni que decir tiene que en esos cinco viajes seguí sacando trocitos de plástico roto.
El último viaje de la maleta fue al contenedor de basura pero no sabría decir con precisión cuándo, porque acabo de enterarme. Mira tú por dónde, al final tenía yo razón y la maleta estaba para tirar. Lo que pasa es que ahora no me viene bien tener razón, porque el sábado me voy de viaje, lo que significa que tengo hasta el viernes (día límite para hacer el equipaje) para encontrar una nueva. Vale, pues miremos lo que hay por casa.
Una característica fundamental de mi madre es que le gustan las cosas que ocupan poco, porque así las puede esconder fácilmente para dar el efecto que ella llama "ordenado" (es decir, se ve todo muy despejado, pero pobre de ti como abras un solo cajón). Traducido al universo de las maletas, significa que las maletas medianas o grandes que había en casa han sido sustituidas progresivamente por maletas pequeñas. Me parece muy bien este ahorro de espacio en una casa de 80 metros cuadrados que compartimos tres personas adultas, un sofá grande con chaise longe y catorce plantas, pero yo me voy dos semanas y, como no me ponga a pegar maletas pequeñas con loctite, lo veo crudo. Vale que no soy muy de hacer equipajes como los de la Piquer, pero una maleta de mano no me da para dos semanas, que encima viajo a un clima más frío.
En vista de la situación, tengo estas opciones:
Después de cuatro años, mi madre me ha dado la razón y ha reconocido que el armazón de la unica maleta de tamaño medio de esta casa efectivamente estaba roto. Desde una hostiaca que se llevó en el aeropuerto de Budapest en 2007 no hago más que sacar trocitos de plástico cada vez que desempaco pero parece ser que eso no fue suficiente. Desde entonces, la maleta ha pasado por otros cinco viajes largos más y una apertura forzada, cortesía del personal de seguridad del aeropuerto de San Francisco. Ni que decir tiene que en esos cinco viajes seguí sacando trocitos de plástico roto.
El último viaje de la maleta fue al contenedor de basura pero no sabría decir con precisión cuándo, porque acabo de enterarme. Mira tú por dónde, al final tenía yo razón y la maleta estaba para tirar. Lo que pasa es que ahora no me viene bien tener razón, porque el sábado me voy de viaje, lo que significa que tengo hasta el viernes (día límite para hacer el equipaje) para encontrar una nueva. Vale, pues miremos lo que hay por casa.
Una característica fundamental de mi madre es que le gustan las cosas que ocupan poco, porque así las puede esconder fácilmente para dar el efecto que ella llama "ordenado" (es decir, se ve todo muy despejado, pero pobre de ti como abras un solo cajón). Traducido al universo de las maletas, significa que las maletas medianas o grandes que había en casa han sido sustituidas progresivamente por maletas pequeñas. Me parece muy bien este ahorro de espacio en una casa de 80 metros cuadrados que compartimos tres personas adultas, un sofá grande con chaise longe y catorce plantas, pero yo me voy dos semanas y, como no me ponga a pegar maletas pequeñas con loctite, lo veo crudo. Vale que no soy muy de hacer equipajes como los de la Piquer, pero una maleta de mano no me da para dos semanas, que encima viajo a un clima más frío.
En vista de la situación, tengo estas opciones:
- Pedir prestada una maleta. Problema: ¿a quién? Podría pedirle una a Gamab, que tiene muchas y ahora no está en Egipto, pero en cualquiera de ellas cabe un jugador de la NFL (equipación completa incluida) y tengo que llevarla yo sola en transporte público desde el aeropuerto de destino hasta el lugar donde voy a dormir. Y con transbordos.
- Comprar una maleta nueva. Esta opción es la más razonable, porque así ya habría maleta sustituta en casa, que aquí esas cosas son de uso compartido. El problema de esta opción es que no tengo fuente de ingresos por un tiempo indefinido y creo que mi padre se está vengando. ¿Recordais cuando erais pequeños y se os antojaba algo en una tienda, le decíais a vuestros padres que ya lo pagabais en casa y eso nunca ocurría? Pues creo se está vengando de eso. Y a lo grande. De momento, ya me debe unos 400 euros en concepto de "luego te lo pago". Se estará cobrando los intereses, porque ya de pequeña mis antojos eran de la sección de papelería y creo que nunca he llegado a tener 400 euros en rotuladores.
jueves, 18 de agosto de 2011
La juventud del Papa
Hoy he tenido que coger el metro. Como en agosto el transporte público ya va raro de por sí y además hay obras en Atocha, he decidido que lo mejor para llegar a la hora establecida y sin contratiempos era sacrificar unos minutos de mi tiempo (total, ahora me sobra) y hacer lo que yo llamo "metrotour", que no es otra cosa que tragarme la mitad del Metrosur, coger la línea 10 y ya desde ahí ir a la parte de Madrid deseada. Se tarda más que con el Cercanías pero, como ya he dicho, no pensaba arriesgarme. Y tampoco pagar más, dicho sea de paso.
Con lo que no contaba era con los jóvenes que estos días inundan Madrid y con los que he compartido toda la ida y, para mi sorpresa, también la vuelta. ¿Qué leches tienen que hacer en lugares como Alcorcón y Móstoles a la una del mediodía? Yo creía que esta gente tenía una agenda con actividades en algunos puntos concretos de Madrid y que todos irían más o menos en la misma dirección y sobre la misma hora. Pero no, están por todas partes y todo el tiempo. Eso sí, con todo lo que he visto, hasta he podido hacer una clasificación:
Y sólo van tres días de JMJ. Verás tú la fauna que quedará el último día.
Con lo que no contaba era con los jóvenes que estos días inundan Madrid y con los que he compartido toda la ida y, para mi sorpresa, también la vuelta. ¿Qué leches tienen que hacer en lugares como Alcorcón y Móstoles a la una del mediodía? Yo creía que esta gente tenía una agenda con actividades en algunos puntos concretos de Madrid y que todos irían más o menos en la misma dirección y sobre la misma hora. Pero no, están por todas partes y todo el tiempo. Eso sí, con todo lo que he visto, hasta he podido hacer una clasificación:
- Gente normal: en un grupo humano tan sumamente grande hay de todo, incluso gente normal. Si no fuera por las camisetas y los kit de peregrino, hubieran pasado por grupos normales de turistas. Estaban en el metro, en grupitos, hablando entre ellos y sin montar escándalo. Lástima que no haya más de estos.
- Pesaos: hablan a voces, se llaman a gritos de un lado a otro del vagón, de vez en cuando les da por arrancarse a cantar una estrofa, se empujan... En este grupo hay un subtipo: los que se pusieron la camiseta oficial el primer día y no se la han quitado. Por favor, que estamos en agosto. Creo que no son necesarias más aportaciones odoríficas al ecosistema del metro.
- Imbéciles: también se les puede llamar "cansinos" o, directamente, "hostiables". En su mayoría niñatas quinceañeras, son como los pesaos pero mucho peores. Estos directamente se hacen putadillas y se chillan entre ellos, gritan consignas y vivas, se hacen fotos con flash dejando ciego al personal, ondean banderas en un vagón abarrotado de viajeros y cantan a gritos cosas como el waka-waka (con su "porque esto es África" al final, con dos cojones) o canciones que no se saben, como "Guif mi friiiidon - guif mi faaaayar - taaara lalá - laaara lalá". También tienen la versión kumbayá del "Follow the leader", que es lo mismo pero con acompañamiento de guitarra. Han logrado que echara de menos a los canis del reggetón en el móvil.
- Repijos: decir que son pijos se queda corto. Aparte de chavales de países en vías de desarrollo que se pueden permitir viajar a España más de una semana (por eso, y por sus relojes y gafas de sol, se deduce que sus padres están podridísimos de pasta) y fresas mexicanos (que son algo así como una versión aún más edulcorada de Paulina Rubio), había mucho repijo local. Se los reconoce fácilmente por dos detalles: los modelitos y peinados que me llevan y su total desconocimiento del metro y sus normas no escritas. De esto último se deduce una cosa: posiblemente sea su primer contacto con el transporte público. Cosas tan básicas como hacia qué dirección coger el tren, dejar salir antes de entrar, cómo colocarse en una escalera mecánica o que los botones de las puertas no funcionan cuando tienen las lucecitas apagadas les delatan: no han cogido el metro en su vida. Bueno, lo mismo en algún viaje a Londres o New York, quién sabe. Cosas del destino, con todo Madrid cortado no les queda más remedio que mezclarse con el proletariado. Eso sí, que no se piensen que para los usuarios de a pie y el resto del año sale tan barato.
- The walking dead: al contrario que el resto de jóvenes peregrinos que me he encontrado, estos van de uno en uno. Y hablo de ellos en plural porque he visto varios, con lo que deduzco que habrá muchísimos más desperdigados por Madrid y que, posiblemente, se multiplicarán según vayan pasado los días y el cansancio y la juerga vayan haciendo estragos. La característica fundamental de estos es que parece que acaban de salir de una farra brutal en un after, aunque llevan la camiseta oficial de las JMJ y su credencial colgada del cuello. Además, se puede observar que caminan igual que yo al final de un día en el que he estrenado unos zapatos que me hacen rozadura. Sin duda alguna, todo un ejemplo de juventud sana.
Y sólo van tres días de JMJ. Verás tú la fauna que quedará el último día.
miércoles, 17 de agosto de 2011
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