domingo, 13 de noviembre de 2011

The Event (vol. IV)

Por fin es el gran día. El día de The Event y el día de mi cumpleaños, así to'junto. Aunque soy la única persona de la casa que asistirá a la boda del año (insisto, no es la boda de la duquesa de Alba), nos ponemos en marcha toda la familia (mi padre, mi madre y yo, tampoco somos tanta gente) rumbo a otra comunidad autónoma. No es que mis padres vayan colarse en el baile (aunque sospecho que mi madre tiene intenciones), es que encontraron una oferta muy resultona de fin de semana turístico en un pueblo cercano al lugar donde se celebra The Event.

Mi padre se empeña en que me levante a horas intempestivas, aunque no sé muy bien para qué. A esas horas tardo poco en desayunar y apañarme y la media hora que hay que esperar a mi madre cada vez que se sale de casa la puedo aprovechar mejor durmiendo. Cuando por fin mi madre decide que está lista para salir al mundo, cojo la maleta que había preparado la noche anterior, mi vestido conservado en plástico y salimos de casa para recoger a Gamab.

Mi señor acompañante tarda todavía un rato en bajar (creo que estaba mirando corbatas en el Hola de la boda de Cayetana), que mis padres aprovechan para fumar. Cuando por fin bajan Gamab y su corbata, se ponen a fumar los tres. Lo dicho: yo aprovecho el tiempo mejor durmiendo. Además, hace mucho frío. Oh, mierda, sólo llevo un chal...

Después de un viaje no muy largo (es fuera de la Comunidad de Madrid pero no es tan lejos), una parada técnica para desayunar y encontrar el hotel, toca lo más tedioso: emperifollarse. Luego que nadie se sorprenda porque nunca me arreglo, es que me aburre soberanamente. Bueno, y si me tengo que poner remonísima todos los días me quito tiempo de dormir, y todos sabemos lo que se valoran por las mañanas cinco minutos extra.

Empiezo a invadir la habitación y el baño con mis trastos: el vestido largo colgado de la barra de la cortina, los zapatos fuera de las fundas, el rizador enchufado y todo un despliegue de productos fijadores, peines y cosas que manchan y huelen bien. Pues va a ser verdad eso de que las mujeres nos expandimos como los gases nobles. Mientras el rizador se quiere calentar, me voy maquillando, así gano tiempo.

De pronto aparece Gamab, ya casi vestido.

Gamab - No veas si tardas.

Claro majo, como tú sólo tienes que vestirte y peinarte, en diez minutos estás más que apañado.

Cuando por fin conseguí sujetarme el pelo (que no es fácil y necesité incluso ayuda), procedo a meterme dentro del vestido.

Laura - Mrppfsmsfmfppsfpppffff
Gamab - ¿Qué te pasa?
Laura (sacando la cabeza por donde debería haber salido un brazo) - Eeeeeeehhh... (me miro) que no sé muy bien cómo va (nota: es la segunda vez que me pongo ese vestido. Creo que con una boda más amortizo la inversión).

Salgo de dentro de la tela azul, repito la operación, me pongo el vestido como debería ir, ato el lazo con el que se cierra y me planto delante del espejo. ¿Monísima? No, parece que le he robado el vestido a alguien con más "personalidad".

Laura - Esto no debería quedar así.
Gamab - ¿Cómo?
Laura - Abierto.
Gamab - No te preocupes, lo arreglamos.
Laura - ¿Con qué?
Gamab - ¿Tienes alfileres?
Laura - Pues no. Espera, sí, en el bajo de los pantalones

Lo sé, debería decirle un día de estos a mi madre que me cosa el bajo en condiciones, pero ¿y si crezco?

Después de no pocas discusiones (hombres y mujeres tenemos distintas opiniones sobre cómo de revelador debe ser un escote adecuado, eso es así), consigo apañarme el vestido, me subo a los tacones y...

Gamab - Ups
Laura - ¿Qué pasa ahora?
Gamab - Me he dejado el cinturón en Madrid.
Laura - Anda, que ya te vale. ¿Te sirve el del vaquero?
Gamab - ¡No!
Laura - ¿Qué? Si con la chaqueta no se te va a ver. ¿Te puedes apañar sin él?
Gamab - Sí.

A las 13.55 salimos del hotel. La boda es a las 14.00 pero el Ayuntamiento está muy cerca, no hay problema. Llamamos al ascensor. Viene el ascensor. Nos subimos al ascensor.

Laura - Hum
Gamab - ¿Qué pasa?
Laura - Nada, que los pantis son muy finos y se me resbalan los pies dentro de los zapatos.
Gamab - ¿Vas bien?
Laura - Bueno... se me clava un poco la abertura del zapato en los dedos pero yo creo que puedo aguantar.

Mentira, no puedo aguantar. Y Gamab tampoco puede pasar sin cinturón, pero tenemos el tiempo justo para llegar a la boda y salimos como estamos. Es decir, yo andando como Chiquito de la Calzada y él perdiendo los pantalones.

Ponemos rumbo al Ayuntamiento y, de pronto, aparece delante de nosotros, como caído del cielo (pausa dramática) un almacén textil. ¡Sí!

Gamab - Yo creo que voy a preguntar si tienen cinturones.
Laura - Y yo creo que voy a preguntar si tienen plantillas de silicona o algo que me pueda apañar.
Gamab - Creo que llegamos tarde.
Laura - Bueno... estas cosas van siempre con retraso.

Nos atienden las señoras dependientas, todas muy majas y eficientes, y enseguida estamos apañados para ir a The Event. Gamab ha podido encontrar un cinturón en condiciones a un precio más que competitivo y yo, unos pantis con silicona en la suela que me pongo lo más rápido que puedo en el probador de la tienda. Nos vamos de allí.

Gamab - ¡Gracias!
Laura (ya fuera de la tienda) - Eso no ha sido un "gracias por atendernos", ha sido un "gracias por existir", ¿verdad?
Gamab - Verdad.
Laura - ¿Qué hora es?
Gamab - Esto... llegamos tarde.
Laura - Hell's Tea nos mata.

Pero no, Hell's Tea no nos mató. Principalmente, porque no estaba allí y se acaba de enterar por este post de que llegué tarde a su boda. Llegamos a la puerta del Ayuntamiento, con cara de "aquí no ha pasado nada" y miramos a nuestro alrededor, a ver si soy capaz de identificar a alguien. Teniendo en cuenta que conocemos a muy poquita gente de la boda, nos cuesta un rato, pero vemos al novio intentando atender a toda la gente que le reclama. Vale, es la boda que nos corresponde, hemos llegado bien.

Hablamos un poco con el novio, nos cuenta que en el Ayuntamiento van con retraso y aún están con la boda anterior (lo que yo decía: estas cosas siempre van con retraso) y dejamos que siga haciendo de relaciones públicas.

Ya viene la novia, que también ha tenido una mañana entretenida, y nos hacen señas para que entremos.

4 comentarios:

  1. Qué curioso, yo iba andando como Chiquito de la Calzada y perdiendo el vestido a la vez...

    Por cierto, ya que tu madre quería venir a la boda, podría haberse pasado, que en el cóctel se hacía la vista gorda si algún avispado cliente del hotel se pasaba por delante del cortador de jamón y le pegaba un tiento al vinillo.

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  2. Sospecho que tenía intenciones de colarse en el baile, a ella eso de la comida y la bebida le va poco (es bastante maniática). Claro, que cuando viera que la música no era lo que ella llama "de bailar" (bailes de salón), se hubiera llevado un disgusto.

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  3. Oye, que todavía pusieron (y muy a mi pesar, porque fue una traición y una puñalada trapera por parte de ciertos componentes de mi familia política a quienes se la tengo jurada) el popurrí de pasodobles de Manolo Escobar. Eso podría colar y todo en la categoría "bailes de salón". De salón de la 3ª edad.

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  4. Diox, el popurrí. Cada vez que me acuerdo de la versión rumbera del "me va" me entran los siete males.

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