miércoles, 13 de junio de 2012

Perdiendo el juicio

Llega un momento temible en la vida de toda persona de veintimuchos. Y no, no es cuando tus amigas empiezan a quedarse embarazadas (aunque también, que ya tengo dos protosobris). Es el momento en que tu dentista decide que te sobran las muelas del juicio. Al dolor físico y moral (durante buena parte del día voy a tener que hablar como Rajoy, eso deja  hecho polvo a cualquiera) se suma el dolor económico, que la odontología es un negocio lucrativo. Muy lucrativo.

Como ya me quitaron una muela del juicio hace un par de años (y de una manera bastante traumática, la verdad, porque lo recuerdo como algo larguísimo, con muchos puntos y con mucha sangre), me quedaban otras tres. Me quedaban, porque ahora mismo sólo me queda una. Ya que voy a estar con media boca jodida unos días, aprovecho y dejo que me jodan todo ese sector de una vez. Esto es como las reformas: mejor tener toda la casa empantanada durante el menor tiempo posible que no por sectores durante un tiempo indefinido. Y, ya que estamos, tengo excusa para no ir a la cena que ha organizado la secretaria del curro esta semana, que me viene fatal de hora, de sitio y de precio.

Lo que menos me preocupaba del procedimiento era la extracción en sí, la verdad. Las técnicas y las anestesias están lo suficientemente avanzadas en los tiempos que corren como para que no haya que preocuparse por eso. Bueno, aunque yo, personalmente, pondría en duda la efectividad de las anestesias. Debo de tener un cuerpo raro o un umbral de dolor muy bajo, porque, con mi metro sesenta 'raspao' y mis 53kg de peso (aprox.), he necesitado cinco cargas de anestesia. Como para plantearse tener hijos, que a mí eso de que las mujeres llevan milenios pariendo de manera natural sin problemas no me convence, y mucho menos después de la experiencia esta mañana.

Quitando el episodio de la anestesia (pavor a las agujas x 5; el dentista ha intentado convencerme para que tomara drogas y volviera cuando me hicieran efecto), todo ha ido bastante bien. Ahora estoy pensando que lo voy a flipar cuando se me pase el efecto (hace cinco horas del primer pinchazo, debe de estar al caer), aunque para eso me han dado drogas. Sinceramente, empiezo a pensar que las drogas, junto con la recomendación de comer cosas "blandas y frías" (quesitos, helados y yogures, para que nos entendamos) son para que te alegres durante los días que vas a estar jodido más que por los efectos médicos (para eso ya está el antibiótico).

Ya que estaba en la calle y que no tengo nada que hacer en todo el día (libro hoy y mañana y no es plan de meterse en el gimnasio), he aprovechado, y mis cinco cargas de anestesia, mis puntos y yo nos hemos ido al banco a cerrar la cuenta. Ocho meses después de que se lo pidiera, mi padre por fin ha decidido hacerme caso con el traslado de cuenta. En esta casa somos así, dejamos todo "pa' luego". Claro, que últimamente el banco anterior ha pasado por ciertas... cosas que lo han hecho ponerse de actualidad, así que lo mismo piensan que lo hago por eso. En realidad es por pereza y por sentido práctico: mi padre es empleado de un banco (que no banquero, ya me gustaría) que casualmente es el mismo en el que tiene la cuenta la empresa que me ingresa todos los meses la nómina. Eso significa que: a) la nómina me llega el mismo día que ordenan la transferencia y b) tengo "banca privada" en casa y no necesito ir a la sucursal para nada (mejor, porque está en otro municipio).

Bueno, voy a ver si como algo. Mi padre ha sido majo y me ha traído helados. Ya de paso se ha comprado uno para él. De Haagen Dazs. Los míos, de marca blanca.

4 comentarios:

  1. Mejor marca blanca que ninguno. Y oye, igual era un Haagen Dazs disfrazado (o desnudo, según se mire)

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  2. Ay, me has recordado la última vez que fui al dentista y las 7 cargas de anestesia que me tuvieron que poner para sacarme un trozo de muela. Dolor, mucho dolor. Y una tarde entera bebiendo agua en una postura muy rara porque la p*** anestesia no se iba y chorrito que entraba por el lado izquierdo de la boca (el menos anestesiado), chorrito que salía por el lado derecho.

    Creo que jamás podría tener como pareja un dentista.

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    1. ¿Por qué no? Los dentistas ganan una pasta y te atendería gratis.

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  3. Le cogería manía a la primera revisión y le echaría en cara el daño que me hizo. Creo que eso no es bueno.

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