Situación: viernes, tres de la tarde. Me voy a un despacho-pecera de la oficina a llamar por teléfono para un posible reportaje.
Compañero extranjero comunitario - ¿Con quién hablabas?
Laura - Con un bombero.
CEC - ¿Te vas a casar?
"Mejor no vamos a traducir "te echo de menos". ¿Qué es esto? Te-echo-de-menos: te tiro... pero no muy lejos."
"En Inglaterra no quedan mujeres guapas porque las quemó todas la Inquisición"
"Claro, como es ultracatólico, luego va a confesarse, le perdonan y se puede ir tranquilo. Y los que nos regimos por una moral pública, ¿qué hacemos? No nos queda más remedio que cargar con la culpabilidad."Elijo esta frase como presentación de personaje. Concretamente, de uno de mis nuevos jefes. Porque otra cosa no, pero los medios de comunicación tienen jefes para aburrir. Será el director de mi nuevo medio, aún no nato, pero con una plantilla que ha hecho más kilómetros (periodísticamente hablando) que la maleta del fugitivo. Si esta es una de las primeras cosas que le he escuchado (y sólo llevo la reunión de presentación y la firma de contrato), se deduce que en el futuro la producción fraseológica será grande.
"Yo soy partidaria de darle un cuchillo a cada uno, soltarlos en un parque y el que gane que gobierne"La frse en cuestión fue "parida" por mi jefa ayer a primera hora de la tarde, durante una llamada telefónica. La historia es que los políticos serranos llevan una temporada bastante insoportables. ¿La razón? Pues que están todos precampáñicos perdidos. El adjetivo no existe pero es la palabra que mejor describe el estado en que se meten los candidatos y los partidos cuando se acercan las elecciones y en cierto modo explica cosas que en otros contextos serían inexplicables.
"Estos se creen que con venir media hora y dar dos órdenes ya está el trabajo hecho"