Como hoy el tema del día es el iPad de Apple, voy a dejar de lado el nuevo juguetito de Steve Jobs para hablar sobre el transporte público en la Comunidad de Madrid. Pa' chula yo, que de eso ya están hablando otros (y también han aparecido las primeras coñas).
Todos los días llego tarde al curso. El tiempo de retraso varía entre 5 y 25 minutos, dependiendo de si pierdo el primer metro o no. Peculiaridades del transporte público, que si a esta hora te quito un tren y tienes que esperar el doble y luego el Cercanías que coges al pillar ese metro se tira diez minutos parado antes de entrar a Atocha, porque hay que dar prioridad a lo trenes de larga distancia.
Ésa es la excusa estándar, la de hoy ha sido más original. He cogido bien el metro (el que sólo me deja cinco minutos tarde), he llegado bien al tren y, de pronto, antes de Atocha, ha empezado a ir más lento. La llegada a Atocha ha sido divertida: el andén estaba lleno de gente a rebosar. Iba hablando con un ex-compañero de un curso del INEM (editor de imagen en Avid, concretamente) y sacando conjeturas sobre que podría haber pasado cuando una señora ha dicho que les han parado antes de entrar a Méndez Álvaro por "causas ajenas a Renfe".
Ahí han quedado claras dos cosas: que los eufemismos están a la orden del día y que la señora no estaba muy habituada a usar el Cercanías. Mi ex-compi y yo no hemos querido decirle directamente "pues eso es que uno se ha tirado a la vía", así que hemos optado por otro eufemismo mejor: "uy, pues cuando dicen eso no es precisamente algo bonito". Entonces la mujer, en un intento muy poco acertado de seguir la conversación con nosotros, ha dicho "eso lo dicen para quitarse el muerto".
No está mal empezar la mañana con humor macabro.
P. D.: este es mi post número 101 (por el culo te la hinco - chiste malo para informáticos - )
jueves, 28 de enero de 2010
martes, 26 de enero de 2010
Una de jefes
Criticar al jefe está a la orden del día, todos lo hemos hecho alguna vez. Por mucho que hayamos tenido suerte y nos haya tocado un jefe majo, siempre hay algún momento crítico en que te tocan las narices con cualquier chorrada. Algunos se lo merecen y se han ganado a pulso todo lo malo que se pueda decir de ellos. Los jefes que más nos han puteado son los que más nos marcan y también son a los que más nos alegramos de perder de vista cuando terminamos un trabajo.
De entre todos los jefes que he tenido (es lo que tiene haber pasado por tantos trabajos temporales), los peores sin duda fueron mi jefa de la radio (allá por el verano de 2007) y mi jefe de Berlín (hace unos cuantos meses). Los dos tienen varias cosas en común: no me pagaban ni un duro, me exigían más de lo que me daban y cuando no sabían algo y tú sí no tenías manera de explicárselo porque los dos eran de cabeza cerrada (¡cómo iban a admitir que tú, simple becaria, sabes algo que ellos desconocen!).
Estos personajes parieron unas cuantas historias de ésas que sirven para hacer reír un rato a los amiguetes y amenizar reuniones familiares y eventos sociales varios (sí, también bodas) pero poco más. Cuando se marchan de tu vida, no te da tanta pena despedirte del trabajo que hacías, aunque te gustara (always look at the bright side of life, que decían los Monty Python). Pero a veces estos jefes regresan, como las películas malas de las que alguien decide hacer una secuela.
Un día, de pronto, me encontré con mi exjefa de la radio en el último lugar del mundo donde esperaba verla. Ahora trabaja en un gabinete de comunicación y, en aquel momento, empezaron a cuadrarme muchas cosas que he visto que salían de dicho gabinete. En fin, prefiero no saber cómo llegó allí ni cuánto le pagan; hay cosas que una ¿periodista? competente en paro no necesita saber, más que nada para no deprimirse.
El retorno de mi exjefe alemán fue más extraño. Primero, me llamó el día 1 de enero por la tarde para felicitarme el año. Pues vale, se agradece. En aquel momento no sospeché pero unos días más tarde (más o menos por reyes) me llamó por teléfono preguntando si podría terminar un trabajo que empecé durante la beca en Berlín. Mi móvil decidió morir justo cuando le dije que no podía irme unos días a Alemania porque sí para terminar un libro que maqueté durante mi contrato de beca, caducado hará como seis meses. Lo de preguntar si podía era una simple formalidad o una manera extraña de romper el hielo, porque más tarde me envió un mail con los archivos adjuntos, dando por supuesto que haría el trabajo. Pues te jodes, que no tengo tiempo.
Hoy, cuando estaba en el vestuario de la pisci (he vuelto a la vida sana), he visto una llamada de este señor. Después de llegar a casa, ducharme y encender el portátil para ver si había noticias de mi amiga Ruth (a la que últimamente quiero mucho y a la que aún le tengo que entregar unos papelotes muy bonitos sobre búsqueda de empleo en Irlanda), descubrí un email del exjefe (¡cansino!). Al igual que la vez anterior, me manda directamente los archivos adjuntos, dando por hecho que aceptaré el trabajo. Debe de pensar que no tengo vida, que me aburro y que me apetece que siga tocándome las narices desde 2.000km de distancia. ¿Por qué no se baja a comprar plátanos al Lidl y me deja un rato tranquila?
El problema es que este señor, por no pagar 600 ó 700 euros a un maquetador que le hiciera un libro, se apuntó como empresa al programa de becas Leonardo para pillar insensatos becarios europeos (como la que escribe) por toda la cara. Durante mi beca, maqueté un libro que no sabría explicar muy bien por qué existe (no, no es aquel famoso catálogo de ilustraciones de bragas, es algo mucho peor) y allí quedó la cosa, con todas la páginas terminadas. Ahora, al hombrecillo le ha dado por hacer un epílogo y nosequé mierdas más para añadirlas y ha decidido mandarme directamente los textos. Algunos me diréis que haga el trabajo y le cobre pero alguien que devuelve unos calcetines usados de año y pico con tomates a Footlocker diciendo que se los compró hace quince días y ya se le han roto no me parece un pagador de fiar, qué queréis que os cuente.
De momento, el mail está en mi bandeja de entrada, a la espera de que se me ocurra una respuesta adecuada. Pero, sinceramente, estoy pensando que se merece quedarse colgado con el libro sin terminar por cutre, por rata y por cansino (sobre todo por cansino).
De entre todos los jefes que he tenido (es lo que tiene haber pasado por tantos trabajos temporales), los peores sin duda fueron mi jefa de la radio (allá por el verano de 2007) y mi jefe de Berlín (hace unos cuantos meses). Los dos tienen varias cosas en común: no me pagaban ni un duro, me exigían más de lo que me daban y cuando no sabían algo y tú sí no tenías manera de explicárselo porque los dos eran de cabeza cerrada (¡cómo iban a admitir que tú, simple becaria, sabes algo que ellos desconocen!).
Estos personajes parieron unas cuantas historias de ésas que sirven para hacer reír un rato a los amiguetes y amenizar reuniones familiares y eventos sociales varios (sí, también bodas) pero poco más. Cuando se marchan de tu vida, no te da tanta pena despedirte del trabajo que hacías, aunque te gustara (always look at the bright side of life, que decían los Monty Python). Pero a veces estos jefes regresan, como las películas malas de las que alguien decide hacer una secuela.
Un día, de pronto, me encontré con mi exjefa de la radio en el último lugar del mundo donde esperaba verla. Ahora trabaja en un gabinete de comunicación y, en aquel momento, empezaron a cuadrarme muchas cosas que he visto que salían de dicho gabinete. En fin, prefiero no saber cómo llegó allí ni cuánto le pagan; hay cosas que una ¿periodista? competente en paro no necesita saber, más que nada para no deprimirse.
El retorno de mi exjefe alemán fue más extraño. Primero, me llamó el día 1 de enero por la tarde para felicitarme el año. Pues vale, se agradece. En aquel momento no sospeché pero unos días más tarde (más o menos por reyes) me llamó por teléfono preguntando si podría terminar un trabajo que empecé durante la beca en Berlín. Mi móvil decidió morir justo cuando le dije que no podía irme unos días a Alemania porque sí para terminar un libro que maqueté durante mi contrato de beca, caducado hará como seis meses. Lo de preguntar si podía era una simple formalidad o una manera extraña de romper el hielo, porque más tarde me envió un mail con los archivos adjuntos, dando por supuesto que haría el trabajo. Pues te jodes, que no tengo tiempo.
Hoy, cuando estaba en el vestuario de la pisci (he vuelto a la vida sana), he visto una llamada de este señor. Después de llegar a casa, ducharme y encender el portátil para ver si había noticias de mi amiga Ruth (a la que últimamente quiero mucho y a la que aún le tengo que entregar unos papelotes muy bonitos sobre búsqueda de empleo en Irlanda), descubrí un email del exjefe (¡cansino!). Al igual que la vez anterior, me manda directamente los archivos adjuntos, dando por hecho que aceptaré el trabajo. Debe de pensar que no tengo vida, que me aburro y que me apetece que siga tocándome las narices desde 2.000km de distancia. ¿Por qué no se baja a comprar plátanos al Lidl y me deja un rato tranquila?
El problema es que este señor, por no pagar 600 ó 700 euros a un maquetador que le hiciera un libro, se apuntó como empresa al programa de becas Leonardo para pillar insensatos becarios europeos (como la que escribe) por toda la cara. Durante mi beca, maqueté un libro que no sabría explicar muy bien por qué existe (no, no es aquel famoso catálogo de ilustraciones de bragas, es algo mucho peor) y allí quedó la cosa, con todas la páginas terminadas. Ahora, al hombrecillo le ha dado por hacer un epílogo y nosequé mierdas más para añadirlas y ha decidido mandarme directamente los textos. Algunos me diréis que haga el trabajo y le cobre pero alguien que devuelve unos calcetines usados de año y pico con tomates a Footlocker diciendo que se los compró hace quince días y ya se le han roto no me parece un pagador de fiar, qué queréis que os cuente.
De momento, el mail está en mi bandeja de entrada, a la espera de que se me ocurra una respuesta adecuada. Pero, sinceramente, estoy pensando que se merece quedarse colgado con el libro sin terminar por cutre, por rata y por cansino (sobre todo por cansino).
viernes, 22 de enero de 2010
Igualdad de oportunidades (x2), Medioambiente (x3) y Prevención de riesgos laborales (x5)
"Igualdad de oportunidades", "Medioambiente" y "Prevención de riesgos laborales" son los títulos de los módulos que, invariablemente, te tienes que tragar cuando haces un curso de formación para desempleados. Además, el módulo de prevención de riesgos laborales también te lo intentan colar cuando te incorporas a un nuevo trabajo.
Como ya sabréis algunos (y los que no lo sabían se están enterando ahora), el lunes empecé otro curso. Sí, otro más ¿qué pasa? Al ritmo que voy, cuando termine mi situación laboral actual, voy a tener un currículum de doce páginas. Mientras que el Estado y la Unión Europea no me reclamen la pasta que se están dejando en formarme, vamos bien. Mejor dicho, mientras que nadie me reclame pasta, vamos bien.
Si el curso empezó el lunes, nos endosaron el primer módulo (medioambiente) el martes y los otros dos (prevención de riesgos laborales e igualdad de oportunidades) el miércoles. Gracias a una filtración (ventajas de conocer previamente a los profesores), ya sabía a lo que me exponía. Aproveché el martes para dormir una hora más, maquetar algo e ir al INEM (y, de paso, conseguir un papelote que justificara la falta) . El miércoles fui a clase pero para currar allí con Photoshop e Illustrator, que en casa no funcionan por nosequé error de JScript que en teoría ya tendría que haber solucionado si el equipo no pasara de las actualizaciones (toda la vida rodeada de informáticos y que sigan pasándome estas cosas).
Y digo yo, ¿no podrían haberme dado directamente esos dos días libres y convalidarme los cursos? Porque con la tontería ya he dado dos cursos de igualdad de oportunidades en dos cursos del INEM, tres de medioambiente (los dos cursos del INEM y otro de un curso on-line de Photoshop) y cinco cursos de prevención de riesgos laborales (los dos cursos del INEM, uno de un trabajo y dos veces los del grupo El Corte Inglés, que son más apañaos porque son interactivos y ves muñecajos animados en Flash pegándose hostias de órdago porque alguien ha dejado una caja de 2x2 metros en mitad de un pasillo y no la han visto).
Si no me los quieren convalidar, estoy dispuesta a aplicar todos mis conocimientos y, por un precio módico a negociar, dar yo misma la clase de manera amena. O, al menos, más amena que poner los vídeos horribles de la Unión Europea (con titulares en Comic Sans, que da bastante grimilla) y pasar test sobre a qué contenedor echarías objetos tales como una bombilla, un armario o una piedra.
Como ya sabréis algunos (y los que no lo sabían se están enterando ahora), el lunes empecé otro curso. Sí, otro más ¿qué pasa? Al ritmo que voy, cuando termine mi situación laboral actual, voy a tener un currículum de doce páginas. Mientras que el Estado y la Unión Europea no me reclamen la pasta que se están dejando en formarme, vamos bien. Mejor dicho, mientras que nadie me reclame pasta, vamos bien.
Si el curso empezó el lunes, nos endosaron el primer módulo (medioambiente) el martes y los otros dos (prevención de riesgos laborales e igualdad de oportunidades) el miércoles. Gracias a una filtración (ventajas de conocer previamente a los profesores), ya sabía a lo que me exponía. Aproveché el martes para dormir una hora más, maquetar algo e ir al INEM (y, de paso, conseguir un papelote que justificara la falta) . El miércoles fui a clase pero para currar allí con Photoshop e Illustrator, que en casa no funcionan por nosequé error de JScript que en teoría ya tendría que haber solucionado si el equipo no pasara de las actualizaciones (toda la vida rodeada de informáticos y que sigan pasándome estas cosas).
Y digo yo, ¿no podrían haberme dado directamente esos dos días libres y convalidarme los cursos? Porque con la tontería ya he dado dos cursos de igualdad de oportunidades en dos cursos del INEM, tres de medioambiente (los dos cursos del INEM y otro de un curso on-line de Photoshop) y cinco cursos de prevención de riesgos laborales (los dos cursos del INEM, uno de un trabajo y dos veces los del grupo El Corte Inglés, que son más apañaos porque son interactivos y ves muñecajos animados en Flash pegándose hostias de órdago porque alguien ha dejado una caja de 2x2 metros en mitad de un pasillo y no la han visto).
Si no me los quieren convalidar, estoy dispuesta a aplicar todos mis conocimientos y, por un precio módico a negociar, dar yo misma la clase de manera amena. O, al menos, más amena que poner los vídeos horribles de la Unión Europea (con titulares en Comic Sans, que da bastante grimilla) y pasar test sobre a qué contenedor echarías objetos tales como una bombilla, un armario o una piedra.
domingo, 17 de enero de 2010
Ya no soy parada
- ¡Enhorabuena!
- A callar, que no es porque me hayan hecho un contrato
Entonces, ¿qué ha ocurrido? Pues que el viernes fui a reactivar mi demanda de empleo. La tenía suspendida porque estaba haciendo un estupendo y maravilloso curso llamado "Tratamiento de señales audiovisuales para su almacenamiento y transmisión", que realmente significa "Premiere CS4 para torpes". Necesito mi demanda de empleo actualizada para otro curso que empieza mañana mismo ("Diseño y gestión de prensa digital" = "Photoshop, InDesign, Illustrator y Dreamweaver más un montón de teoría aburrida sobre publicación web").
El caso es que el 9 de diciembre tenía que sellar. Como cuando haces cursos no es necesario (pero siempre queda la duda), llamé por teléfono para asegurarme. Una señora muy amable me atendió muy bien y me dijo que no tenía que sellar. El viernes fui al INEM de Fuenlabrada y me atendió una señora con cara de acelga y una botella de sirope de savia (probablemente la causa de su cara de acelga) que me dijo que no tenía la demanda de empleo paralizada por un curso, la tenía cancelada por no haber ido a sellar. Le dí las explicaciones pertinentes mientras mi amiga Gemma (que tuvo a bien acompañarme) y ella hablaban sobre las maravillas de la dieta del sirope de savia, que tiene una pinta que te cagas de estar asqueroso por mucho que digan que te limpia el organismo de toxinas.
Como Gemma le cayó bien (ella es así, cae bien a la gente), me dijo que pidiera un justificante en el curso, volviera otro día y me volvían a activar la demanda para no perder la (poca) antigüedad que tengo como parada. En contra de lo que pueda parecer, perder otro día en el INEM no es una putada, porque el profe del curso nuevo, que es el mismo del curso que he terminado, me ha dicho que el martes y el miércoles daremos los módulos esos aburridos de prevención de riesgos laborales, igualdad de oportunidades y medioambiente. Ya que me los voy a saltar, al menos los podré pasar como falta justificada.
Además de no figurar (hasta el lunes) en las listas del paro, he conseguido una fuente (legal) de ingresos. No me contratan pero al menos me dan pasta a cambio. Eso sí, es un palizón, porque se suma a mi habitual rutina de curso-piscina-clases de idiomas. Pero no nos engañemos, no sabría vivir teniendo tiempo libre.
- A callar, que no es porque me hayan hecho un contrato
Entonces, ¿qué ha ocurrido? Pues que el viernes fui a reactivar mi demanda de empleo. La tenía suspendida porque estaba haciendo un estupendo y maravilloso curso llamado "Tratamiento de señales audiovisuales para su almacenamiento y transmisión", que realmente significa "Premiere CS4 para torpes". Necesito mi demanda de empleo actualizada para otro curso que empieza mañana mismo ("Diseño y gestión de prensa digital" = "Photoshop, InDesign, Illustrator y Dreamweaver más un montón de teoría aburrida sobre publicación web").
El caso es que el 9 de diciembre tenía que sellar. Como cuando haces cursos no es necesario (pero siempre queda la duda), llamé por teléfono para asegurarme. Una señora muy amable me atendió muy bien y me dijo que no tenía que sellar. El viernes fui al INEM de Fuenlabrada y me atendió una señora con cara de acelga y una botella de sirope de savia (probablemente la causa de su cara de acelga) que me dijo que no tenía la demanda de empleo paralizada por un curso, la tenía cancelada por no haber ido a sellar. Le dí las explicaciones pertinentes mientras mi amiga Gemma (que tuvo a bien acompañarme) y ella hablaban sobre las maravillas de la dieta del sirope de savia, que tiene una pinta que te cagas de estar asqueroso por mucho que digan que te limpia el organismo de toxinas.
Como Gemma le cayó bien (ella es así, cae bien a la gente), me dijo que pidiera un justificante en el curso, volviera otro día y me volvían a activar la demanda para no perder la (poca) antigüedad que tengo como parada. En contra de lo que pueda parecer, perder otro día en el INEM no es una putada, porque el profe del curso nuevo, que es el mismo del curso que he terminado, me ha dicho que el martes y el miércoles daremos los módulos esos aburridos de prevención de riesgos laborales, igualdad de oportunidades y medioambiente. Ya que me los voy a saltar, al menos los podré pasar como falta justificada.
Además de no figurar (hasta el lunes) en las listas del paro, he conseguido una fuente (legal) de ingresos. No me contratan pero al menos me dan pasta a cambio. Eso sí, es un palizón, porque se suma a mi habitual rutina de curso-piscina-clases de idiomas. Pero no nos engañemos, no sabría vivir teniendo tiempo libre.
lunes, 11 de enero de 2010
Por qué es importante llevar cadenas
Mira que lo habían avisado. Llevábamos una semana escuchando que nosecuántas Comunidades Autónomas estaban en alerta por nieve. Pero nada ¿para qué vamos a hacer caso a las autoridades? No, no y no, hay que salir de casa sin cadenas, que por algo semos españoles. Y luego, si se puede, echarle la culpa a otro, que también es algo muy español.
Después de una hostia frontal a dos por hora en el parking de un cine, había que volver de Kinépolis/Ciudad de la Imagen a Fuenlabrada. A priori no es difícil pero tardamos dos horas y media. Yo sin cenar, el coche sin gasolina y Gamab (al que habréis visto alguna vez en los comentarios) pasándoselo estupendamente, porque él es así y le gusta conducir y colecciona cursos de conducción igual que yo colecciono cursos de idiomas y de montaje de vídeo.
El coche cenó y, a las dos horas y media de haber salido del parking del cine, cené yo, ya en Fuenlabrada. Por el trayecto hubo que empujar el coche tres veces. Llegamos a las tantas y los camareros del chino estaban locos porque nos largáramos. Ya por fin nos largamos pero el camino de vuelta del chino a mi casa fue lento y tortuoso. Es lo que tienen los pasos de cebra congelados. Si ya con lluvia resbalan, con hielo son la juerga padre.
De pronto, se presenta un gran inconveniente: llamada de la madre de Gamab, avisando de que la A3 está cortada. De puta madre. Te has quedado aislado en Fuenlabada, chavalote. ¿Y ahora qué hacemos? Conclusión: llamo a mi madre por teléfono, que baje al portal, le explicamos la situación y a dormir al sofá. Mientras mi madre bajaba, mi padre aprovechó para asomarse a la terraza. Él es así, no se va a quedar sin saber qué ha pasado.
El encuentro fue en el portal. A la izquierda, mi madre, con el pijama que le trajeron los reyes y unos rulos rosas. A la derecha, Gamab, con cara de no saber qué hacer. Y yo en medio, que sí que no sabía qué hacer. Al final, la situación no fue tan rara y esta mañana hemos desayunado todos juntos, como si fuéramos una familia de ésas que salen en los anuncios de Ikea.
Ya sabes: donde caben dos, caben tres pero, por si acaso, nunca viene mal llevar cadenas en el coche.
Después de una hostia frontal a dos por hora en el parking de un cine, había que volver de Kinépolis/Ciudad de la Imagen a Fuenlabrada. A priori no es difícil pero tardamos dos horas y media. Yo sin cenar, el coche sin gasolina y Gamab (al que habréis visto alguna vez en los comentarios) pasándoselo estupendamente, porque él es así y le gusta conducir y colecciona cursos de conducción igual que yo colecciono cursos de idiomas y de montaje de vídeo.
El coche cenó y, a las dos horas y media de haber salido del parking del cine, cené yo, ya en Fuenlabrada. Por el trayecto hubo que empujar el coche tres veces. Llegamos a las tantas y los camareros del chino estaban locos porque nos largáramos. Ya por fin nos largamos pero el camino de vuelta del chino a mi casa fue lento y tortuoso. Es lo que tienen los pasos de cebra congelados. Si ya con lluvia resbalan, con hielo son la juerga padre.
De pronto, se presenta un gran inconveniente: llamada de la madre de Gamab, avisando de que la A3 está cortada. De puta madre. Te has quedado aislado en Fuenlabada, chavalote. ¿Y ahora qué hacemos? Conclusión: llamo a mi madre por teléfono, que baje al portal, le explicamos la situación y a dormir al sofá. Mientras mi madre bajaba, mi padre aprovechó para asomarse a la terraza. Él es así, no se va a quedar sin saber qué ha pasado.
El encuentro fue en el portal. A la izquierda, mi madre, con el pijama que le trajeron los reyes y unos rulos rosas. A la derecha, Gamab, con cara de no saber qué hacer. Y yo en medio, que sí que no sabía qué hacer. Al final, la situación no fue tan rara y esta mañana hemos desayunado todos juntos, como si fuéramos una familia de ésas que salen en los anuncios de Ikea.
Ya sabes: donde caben dos, caben tres pero, por si acaso, nunca viene mal llevar cadenas en el coche.
jueves, 7 de enero de 2010
Clásicos navideños (vol. VI): los reyes magos
O "The Magic Kings", según nosequé amiga de Hell's Tea. El caso es que, de todo lo que pedí en mi carta a los reyes magos, parece que no me han hecho demasiado caso. Eso sí, no me han hecho caso a la carta blogger, porque de la carta real me han caído un 50% de las cosas que pedí. Una de ellas era de relleno y no tenía yo mucha fe en que llegara, pero forma parte del 50% que sí recibí.
Hagamos recuento:
Aparte de esto, la mañana de reyes en mi casa fue entretenida. Normalmente, todos los regalos (excepto los míos), acaban en mi posesión, aunque no los haya comrpado yo. Mi misión es envolverlos, esconderlos hasta el día señalado y colocarlos debajo del árbol. Como me han dado un libraco para maquetar (por fin algo de dinero para mi cuenta corriente), me quedé currando hasta las 3 de la mañana. Claro, luego a ver quién se levanta pronto para poner los regalos, yo no desde luego. Para colmo, mis padres hicieron caso omiso al "no dejéis que me levante tarde, que tengo que seguir con el libro", por lo que perdí dos horas de trabajo. Como yo soy muy responsable con los temas de trabajo, los reyes magos (yo) tomaron represalias: retrasar la entrega de regalos hasta que se me pasara el rebote.
Mientras tanto, mi madre se dedicó a explicarle qué es un roscón de reyes a la señora que viene todas las mañanas a ayudar a mi abuela, que ahora no recuerdo muy bien de qué país sudamericano es pero allí no tienen roscones. Creo que le gustó y no me sorprendería si, de camino a su casa, paró en una pastelería a por uno para merendar.
Después, el tradicional reparto de regalos. Mi madre olvidó quitarles las etiquetas a los que envolvió, así que mi padre y yo sabemos perfectamente cuánto se ha gastado en nosotros. Mi padre se puso a trastear con la tele y yo, que me hubiera quedado gustosamente jugando con mi nueva Wii, seguí trabajando en el maldito libro. Eso sí, a media tarde hice un parón para probar las distintas disciplinas del Wii Sports y concluí que:
Hagamos recuento:
- Regalos pedidos (de verdad): un reloj (porque el mío murió), unas botas de agua (por no perder la costumbre de todos los años, que estoy harta de que se me mojen los pieses), un jersey muy bonito que vi por ahí y una Wii (lo solté por si colaba).
- Regalos recibidos: un jersey muy bonito que vi por ahí y una Wii (al final coló).
Aparte de esto, la mañana de reyes en mi casa fue entretenida. Normalmente, todos los regalos (excepto los míos), acaban en mi posesión, aunque no los haya comrpado yo. Mi misión es envolverlos, esconderlos hasta el día señalado y colocarlos debajo del árbol. Como me han dado un libraco para maquetar (por fin algo de dinero para mi cuenta corriente), me quedé currando hasta las 3 de la mañana. Claro, luego a ver quién se levanta pronto para poner los regalos, yo no desde luego. Para colmo, mis padres hicieron caso omiso al "no dejéis que me levante tarde, que tengo que seguir con el libro", por lo que perdí dos horas de trabajo. Como yo soy muy responsable con los temas de trabajo, los reyes magos (yo) tomaron represalias: retrasar la entrega de regalos hasta que se me pasara el rebote.
Mientras tanto, mi madre se dedicó a explicarle qué es un roscón de reyes a la señora que viene todas las mañanas a ayudar a mi abuela, que ahora no recuerdo muy bien de qué país sudamericano es pero allí no tienen roscones. Creo que le gustó y no me sorprendería si, de camino a su casa, paró en una pastelería a por uno para merendar.
Después, el tradicional reparto de regalos. Mi madre olvidó quitarles las etiquetas a los que envolvió, así que mi padre y yo sabemos perfectamente cuánto se ha gastado en nosotros. Mi padre se puso a trastear con la tele y yo, que me hubiera quedado gustosamente jugando con mi nueva Wii, seguí trabajando en el maldito libro. Eso sí, a media tarde hice un parón para probar las distintas disciplinas del Wii Sports y concluí que:
- Tenis y boxeo, bien. El resto me parecieron algo aburridos.
- Tengo que hacerme con un juego de matar cosas (a ser posible a tiros y/o espadazos).
- Cuando mi padre coge el mando de la consola para jugar al tenis, es inmediatamente poseido por John McEnroe. Le discute a la tele si las bolas han entrado y más de una vez pide el ojo de halcón.
lunes, 4 de enero de 2010
Clásicos navideños (vol. V): carta a los reyes magos
Madre mía, que este año se me ha olvidado escribir la puñetera carta y mira a qué alturas estamos, que los reyes magos ya habrán comprado los regalos. Reutilizar la carta del año pasado queda totalmente descartado, así que sólo me queda hacer un apaño de última hora por si aún hay tiempo y tengo suerte.
Siguiendo la lógica común de los regalos que suelen caer en mi casa, las armas de fuego quedan totalmente descartadas. En mi caso, es lo que yo llamo "el regalo scalextric": eso que siempre pides, año tras año, pero nunca te hacen caso. Por cierto, el scalextric tampoco lo voy a pedir este año.
Más opciones: cosas útiles. Pues me vendrían muy bien unas botas de agua, porque no tengo calzado adecuado para lluvia, y un reloj de pulsera, porque al mío se le ha roto la correa esta misma tarde (y, qué puñetas, porque me gustan los relojes de pulsera y no tengo ni uno en condiciones). El último año que pedí cosas útiles me cayó en suerte un marco digital de esos que Mediamarkt intenta encasquetarnos a la más mínima ocasión, que es de todo menos útil. También voy a pedir un sello para compulsar fotocopias y así evitar futuros incidentes burocráticos.
¿Qué más? Dicen que en esta vida hay que tener salud dinero y amor. Salud tengo bastante y no me voy a operar la miopía por ahora. El dinero me vendría bien, voy a pedir que me toque un Euromillones. Y el amor... bueno, si pido un ingeniero rico mato dos pájaros de un tiro, aunque estoy yo ahora para aguantar ingenieros ricos. Nada, con el Euromillones me apaño.
Hale, pues así se queda la carta: unas botas de agua, un reloj de pulsera, un sello de compulsar y que me toque el Euromillones. El ingeniero rico, la Magnum Dessert Eagle y el scalextric los dejaremos para otra ocasión.
Siguiendo la lógica común de los regalos que suelen caer en mi casa, las armas de fuego quedan totalmente descartadas. En mi caso, es lo que yo llamo "el regalo scalextric": eso que siempre pides, año tras año, pero nunca te hacen caso. Por cierto, el scalextric tampoco lo voy a pedir este año.
Más opciones: cosas útiles. Pues me vendrían muy bien unas botas de agua, porque no tengo calzado adecuado para lluvia, y un reloj de pulsera, porque al mío se le ha roto la correa esta misma tarde (y, qué puñetas, porque me gustan los relojes de pulsera y no tengo ni uno en condiciones). El último año que pedí cosas útiles me cayó en suerte un marco digital de esos que Mediamarkt intenta encasquetarnos a la más mínima ocasión, que es de todo menos útil. También voy a pedir un sello para compulsar fotocopias y así evitar futuros incidentes burocráticos.
¿Qué más? Dicen que en esta vida hay que tener salud dinero y amor. Salud tengo bastante y no me voy a operar la miopía por ahora. El dinero me vendría bien, voy a pedir que me toque un Euromillones. Y el amor... bueno, si pido un ingeniero rico mato dos pájaros de un tiro, aunque estoy yo ahora para aguantar ingenieros ricos. Nada, con el Euromillones me apaño.
Hale, pues así se queda la carta: unas botas de agua, un reloj de pulsera, un sello de compulsar y que me toque el Euromillones. El ingeniero rico, la Magnum Dessert Eagle y el scalextric los dejaremos para otra ocasión.
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