viernes, 23 de julio de 2010

Migración

Cuando cambias de compañía, se llama portabilidad. Cuando cambias de prepago a contrato, se llama migración. Eso es lo que llevo intentando tres días sin éxito. Que a mis años aún siga teniendo tarjeta prepago se debe a que mi cuenta corriente no está para domiciliar recibos pero mi padre se ha ofrecido (no sin oponer cierta resistencia) a pagarme el consumo mínimo más bajo (9 eurillos).

Con esta idea, me dirigí a la tienda oficial más cercana de mi operador. Me dijeron que sí, que eso se podía hacer en el momento, y me dieron un catálogo para que escogiera teléfono mientras atendían a otros clientes. Una vez decidí que volvería a Nokia y esperé a que la señorita terminara de atender a los otros clientes, le comuniqué mi elección.

Señorita Rubia - Uy, pues esos se nos acaban de terminar. Pero no te preocupes, que en el reparto vendrán más.
Laura - ¿Y eso cuándo es?
SR - Mañana o pasado. Por si acaso mañana no han venido, pásate el viernes.
Laura: Vale

Ya es viernes y vuelvo a la misma tienda a preguntar. Me atiende otra señorita, también rubia, que me dice que aún no ha llegado, porque el reparto es lunes, miércoles y viernes a las 13:30. Son las 12:45, así que me tocará ir más tarde.

Vuelvo por tercera vez a las 13:50, por si los del reparto se han retrasado y porque esta gente cierra a las 14:00. Me vuelve a atender la segunda señorita rubia.

SR2 - Lo siento, no ha venido.
L - ¿No ha venido aún el reparto?
SR2 - Sí pero no traen ningún teléfono como el que tú quieres. Pásate el lunes, a ver si está.
L - Mejor te doy mi teléfono y me llamas cuando venga ¿vale?
Padre - ¿Y si te coges uno como el mío? Tendrías que pagar pero sólo son 29€.
L - Oye, pues sí. Perdona, ¿tenéis este modelo?
SR2 - Sí. ¿Prefieres éste?
L - Si me lo puedo llevar ya sí.
SR2 - Pues no, tendrías que volver en otro momento, porque hoy se nos ha caído el sistema y no te puedo tramitar la migración.
L - Entonces nada. Llámame cuando llegue el teléfono.

P (ya fuera de la tienda) - Se les cae el sistema toda la mañana y tienen detrás un cartel que ofrece soluciones informáticas. Como sea el mismo soporte técnico...

lunes, 19 de julio de 2010

Microrrelatos de verano

El otro día quedé con unas ex-compañeras de uno de los muchos cursos para desempleados a los que he asistido. Una de ellas se acordaba de algo de una película o de un libro según íbamos contando historias (sobre todo respecto a las historias de extraños inquilinos con los que compartes piso pero a los que nunca ves). Yo tengo otra cualidad: coger una situación real e inventar un desarrollo y un final alternativos. Gracias a mi abuela, voy a escribir un microrrelato de verano.

Room mate
Antonia estaba ingresada en un hospital madrileño. No es que estuviera especialmente mal, simplemente cosas del verano, que los cambios de temperatura afectan más una vez llegada cierta edad. El estado de sus dos compañeras de cuarto (nada grave), la hacía sentirse mejor, ya que en los hospitales tienen la costumbre de agrupar a la gente según la gravedad del asunto.

La mujer de enfrente era muy maja y había entrado antes que ella. A Eugenia, que así se llamaba, le iban a dar el alta esta mañana pero sintió un mareo (de nuevo el calor), y el médico decidió que se quedara un día más. La señora de la cama de al lado entró después que Antonia. Se llamaba María y una mujer pequeñita y gord que rozaba los noventa años. María llegó al hospital acompañada por su hija, una mujer mandona de pelo cardado que pasaba varias horas al día en la habitación.

Antonia observó que María estaba muy poco estropeada para la edad que tenía, sobre todo mentalmente. A pesar de ello, cuando sus familiares estaban allí de visita, María se hacía la ida, decía que estaba muy cansada, que no podía moverse y exageraba sus dolencias. Cuando la familia se marchaba, María volvía a estar sana por un roble. Antonia estaba algo mosqueada con esta compañera, ya que sospechaba que iba a dar problemas.

Un día, María cambió su táctica. Decidió que dormiría por el día y permanecería despierta por la noche, así no sólo preocuparía a su familia, también a las enfermeras y al médico. Antonia observó este comportamiento y, aprovechando una visita, previno a una de las nueras de María sobre la actitud de la anciana. Antonia tuvo cuidado de escoger a un familiar que parecía no creerse la actuación teatral de María.

Aún así, la nuera pasaba bastante del tema y no dijo nada a los demás. Quizá fuera lo más sensato, viendo cómo estaban todos los familiares de María, tan pendientes de la mujer, y teniendo en cuenta que la relación entre las dos mujeres nunca fue precisamente cordial. El problema es que esta molesta compañera seguía despierta por las noches, durante las que se dedicaba a llamar continuamente al personal del hospital y a gritar "me muero" cuando no acudían a ella.

Al tercer día, terminó la ola de calor y los médicos le dieron el alta a Eugenia esa misma tarde. Eso significaba que Antonia tendría que pasar la noche sola con María. No, desde luego que no. Ella no tenía por qué aguantar las impertinencias de una desconocida, por mucho que el sistema sanitario se empeñara.

A la mañana siguiente, cuando entraron las enfermeras del día después del cambio de turno, María estaba inmóvil. Preguntaron a Antonia si había notado algo raro durante la noche. "Lo siento señorita, yo estaba durmiendo".

miércoles, 14 de julio de 2010

Consecuencias del mundial (vol. II)

Podría escribir sobre el debate sobre el estado de la nación, que estoy escuchando ahora mismo porque soy una mujer culta y con estudios, pero la política en general y los discursos políticos en particular me dan mucha pereza. Ahora que ya se nos ha pasado la resaca futbolera (o eso parece), es momento de analizar las verdaderas consecuencias del mundial. Todo es muy bonito, todos nos queremos mucho, los anuncios de Cruzcampo son muy emotivos, nos hemos vuelto ñoños con Casillas y Carbonero... pero no nos engañemos, la felicidad es efímera. Así que, en este blog de servicio público y social, vamos a analizar las consecuencias directas del mundial.
  1. Crisis de identidad: a ver, gente, no "hemos" ganado nada. Que yo sepa, yo no he jugado ningún partido ni la FIFA me va a pagar un pastizal, por lo tanto, no he ganado nada. Sí, alegrémonos como aficionados al fúrgol, celebremos que el equipo por el que nos sentimos representados ha ganado la final. No le voy a negar a nadie una alegría en los tiempos que corren, pero que quede claro que no hemos ganado nada. Y sobre el "yo soy español español español", como ya ha dicho Hell's Tea, en mi DNI también pone que soy española y no lo voy pregonando. ¿Acaso antes no lo éramos? ¿O es que nos da vergüenza reconocerlo? Vale que nunca hemos tenido el patriotismo de los estadounidenses pero ahora, de un día para otro, ponerte a gritar cosas que durante el resto del año te dan vergüenza ajena, no tiene demasiado sentido.

  2. Perturbación de los criterios informativos: ¿cuántas veces he visto el gol de Iniesta después del Mundial? Dos. ¿Cuántas veces he visto el morreo de Iker Casillas y Sara Carbonero? Chorrocientas. ¿Qué nos pasa? El gol de Iniesta hizo a la selección ganar el mundial, el momento ñoño de Casillas y Carbonero no va a cambiar el curso de los acontecimientos (o no debería hacerlo). Espero que mis colegas periodistas recuperen pronto la coherencia. El tema de Iker y Sara va a traer cola y los medios van a estar viviendo de las repercusiones (ahora dicen que se casan) durante lo que queda de año. Dentro de unos años, el gol de Iniesta ocupará la misma estantería en el archivo de los medios de comunicación que el gol de Zarra y el gol de Señor y nos hartaremos de verlo cada vez que la selección vaya a una competición. De momento, no está de más hacerle un poquito más de caso, que en verano andamos escasos de información y las noticias sobre animales y gente en bolas no tocan hasta agosto.

  3. Trastornos del sueño: ¿quién durmió bien la noche de la final? O cierras la ventana y te asas de calor o la abres y dejas que toda clase de sonidos entren por ella. Yo tengo la suerte de vivir a pocos metros de la calle por la cual salen los camiones del parque de bomberos de mi ciudad. También vivo en uno de los accesos a Fuenlabrada y mucha gente que volvía a casa decidió entrar en este hermoso municipio con la manaza presionando el claxon. Por si la conjunción de calor, camiones de bomberos y vehículos ruidosos fuera poco, también he de decir que vivo enfrente de un parque. Ah, y mi cónyuge ronca como una cosechadora, que no tiene nada que ver con las efusiones mundialeras pero también contribuye a crear ruido. Y que nadie diga que no le importa que hubiera ruidos a horas intempestivas, que seguro que todos nos cagamos en los ancestros de los que no nos dejaron dormir, aunque no queramos reconocerlo para no parecer aguafiestas.

  4. Problemas de pareja: Iker (Casillas, se entiende), tú no eres consciente de lo que has desatado. ¿Sabes cuántas mujeres había en aquel momento viendo la televisión? ¿Sabes cuántas de ellas quieren transformar a sus maridos/novios/follamigos en ti? ¿Sabes la cantidad de veces que he leído en Facebook frases como "pon un Casillas en tu vida" o "quiero un Casillas en mi vida"? Mujeres de España, no os dejéis engañar por unos segundos de vídeo en YouTube (y encima de Telecinco), seguro que tiene algún defecto común como no bajar la tapa del wáter, dejar tirados los calzoncillos cuando se ducha, no quitar los pelos del lavabo o roncar por las noches. Desde este blog insto a mis congéneres a recuperar al sentido común y volver a apreciar a sus abnegadas parejas (las que tengan) o a no variar sus exigencias hacia el sexo opuesto después del mundial (las que estén buscando). Las que ni tengan ni estén buscando pueden seguir igual.
Y con estos cuatro puntos ya vale, que hace mucho calor y llevo más de media hora analizando consecuencias.