miércoles, 27 de octubre de 2010

Cuadrando horarios (vol. III): final feliz

Pues sí, al final conseguí el ansiado cambio de horario en la piscina. Por el camino ha habido algunas bajas pero el objetivo fundamental está conseguido: tener alguna actividad que me permita desconectar después del trabajo y recuperar la forma física que perdí después de una aparatosa caída en el Metro (como las señoras mayores) y una inmersión de dos semanas en las costumbres gastronómicas estadounidenses. Sólo he tenido que sacrificar un mes, todos los viernes a partir de la semana que viene y a mi profe de hace muchos años, que no había hueco en su clase.

Lo de sacrificar un mes se podría haber evitado organizándose un pelín mejor. Pero sólo un pelín, tampoco es necesario un esfuerzo sobrehumano, basta con reducir un poco la burocracia. Me explico: los cambios no se pueden pedir hasta que no haya empezado el curso y no son efectivos hasta el mes siguiente de haberlos pedido. Esto quiere decir que tú pides el cambio cuando ya están todos los grupos organizados, aunque lo sepas desde mucho tiempo antes, con lo cual cabe la posibilidad de que nadie necesite la hora que tú dejes y estés esperando hasta el infinito. Eso por una parte. Por otra parte, da igual a qué altura del mes te concedan el cambio, porque no podrás entrar en el grupo nuevo hasta el mes siguiente, lo que significa que, si pides el cambio el primer mes, te incorporas un mes más tarde (y, por la misma lógica aplastante, si pides el cambio el último mes no te lo dan hasta la temporada que viene).

El tema de sacrificar los viernes se puede soportar. Total, con las clases de ruso de los sábados por la mañana ya estaban perdidos. Reconozco que hay que tener mucha moral para madrugar un sábado e ir a que te expliquen qué diferencia hay entre un verbo perfectivo y uno imperfectivo, que muchas mañanas me encuentro a más de uno con gafas de sol y andando en zig-zag recién salido del after. Ahora no sólo madrugo el sábado (mejor que nadie sepa a qué hora me levanto), sino que, además, llego a casa pasadas las 21:00 y apestando a cloro, lo que implica mandar la tarde a hacer puñetas.

Por lo menos los viernes no trabajo (ni madrugo), que el periodismo es así de raro para estas cosas.

6 comentarios:

  1. Lo de la burocracia es para cortarse las venas. Bendita paciencia...

    El nuevo trabajo me obliga a cambiar el horario de la Escuela de Idiomas y allí me dicen que hasta noviembre no se puede pedir... Menos mal que hasta ahora he podido ir a mi hora y no he perdido clase porque quedan cuatro días para noviembre... Eso sí, puede que llegue noviembre y no te lo concedan porque aunque haya gente que no vaya nunca (por lo que se pierde la oficialidad) se mantiene el derecho a examen y a volver a clase cuando se quiera. "Hay que guardarle la silla"... eso es lo que me dijeron el año pasado y por ello dejé de ir a alemán.... Así que se lo he dicho a la profesora y su respuesta ha sido que vaya al horario que yo pueda y pida el cambio cuando se habra el plazo. Y que si no me lo conceden, que se lo diga a ella o a la otra profesora y ya harán algún chanchullo entre ellas para que me pongan en la lista... Menos mal que a veces te encuentras con gente de buen corazón.

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  2. Afortunada tú, que has esquivado la burocracia XD. Yo no sé por qué se lían tanto en trámites, papeleos (porque tuve que presentar papeles para pedir un simple cambio de horario) y demás zarandajas, si no es pa' tanto.

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  3. Yo creo que la burocracia está ahí para que parezca que hacen más de lo que hacen.

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  4. Abra abra abra abra abra abra abra abra abra abra abra abra abra abra abra abra abra abra abra abra abra abra abra abra abra abra abra abra abra abra abra abra abra abra abra abra abra abra abra cadabra XD

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  5. @Patri: no sé en qué se basa la existencia de la burocracia pero tampoco croe que "vuelve mañana, que te falta el formulario B-42" sea aparentar que haces más de lo que haces.

    @Ruth: XD

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  6. ¡Ya queda menos, el viernes está casi ahí! (no, no me río, estoy intentando animarte)

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