Mi amiga Blanca superó el martes
su primer día de gimnasio. Yo me enfrenté ayer a un día muy largo, que empezó con una convocatoria de prensa en un Ayuntamiento y terminó en la piscina, donde por fin pude unirme a mi nuevo grupo (que sospecho que con una clase ha tenido suficiente para odiarme).
A diferencia de mi amiga
la vaga, yo sí soy capaz de hacer un calentamiento de 200 metros en 5 minutos. O al menos lo era la última vez que fui a la piscina, allá por el mes de mayo. Bueno, lo del mes de mayo no es del todo correcto, porque entre un curso de Premiere, mi ya más que conocida piña en el Metro y viajes varios (a Berlín y Estados Unidos), lo cierto es que me tomé el curso pasado con mucha calma y fui a clase más bien poco.
Entre el absentismo, las dos semanas de gastronomía estadounidense, la contusión de la espalda y los seis meses que llevo sin nadar (aunque en verano bajé un par de ratos a mi piscina) no me han ido nada bien. Ya no soy capaz de hacer el camino entre el andén del Cercanías y el andén de la línea 3 de Metro en Sol del tirón a mi ritmo habitual y he descubierto que hay zonas del cuerpo que también pueden ser blandas. Sólo me faltan los masajes y la dieta de cerveza para sentirme como una ternera kobe.
Volviendo atrás, el día empezó con una rueda de prensa en un ayuntamiento. Se conoce que nadie quería ir, así que agarraron a la concejala más borde que tenían, le dieron un papel para que lo leyera (y lo leyó palabra por palabra sin levantar la vista) y cuando le pareció que los periodistas ya habíamos hablado suficiente con los que realmente pintaban algo en todo aquello, decidió dispersarnos de una manera muy poco elegante.
Concejala con cara y voz de controladora jefa de parkímetros - Bueno, pues... Ah, ¿pero estáis hablando?
Laura - Ya no ¬¬
Así que apagué mi grabadora y me fui a la redacción a transcribir lo que leyó la señora concejala y lo que me habían contado las dos personas a las que me dejaron entrevistar y a escribir un reportaje muy bonito pero que consumió gran parte del día. Al menos la página va firmada como contenido propio, que ya es más de lo que hago normalmente. Como se pierde tanto tiempo cubriendo actos, terminé la otra sección echando leches y me fui lo más pronto que pude de allí para llegar a la piscina.
Después de esperar el autobús durante un rato más que considerable (y en una parada para la que no encontraron mejor sitio que detrás de unos cubos de basura) llegué a la piscina con tiempo de sobra y decidí ir a enredar a mi ex-profe y ya de paso que me contara en qué grupo me iban a poner.
Como era mi primer día después de mucho tiempo, decidí no forzar. Antes de empezar le expliqué a mi nuevo profe que llevaba sin nadar desde mayo (por si acaso). Cuando terminé el primer ejercicio el profesor me recibió con un "¿has terminado ya, Lauri?". Genial, parece que aquí también voy a ser la niña (como en ruso, donde ya me he quedado con el nombre de "niña Laura"). No es que me moleste pero luego hay gente que pregunta si soy mayor de edad o qué estudio y se extrañan cuando no contesto lo que esperaban.
Yo creo que al nuevo profe no le han explicado cómo era mi antiguo grupo. También creo que llegué al grupo dando el cante, sobre todo cuando el profe estaba explicando el siguiente ejercicio (que yo había empezado hacía unos 50 ó 100 metros) con un "lo que está haciendo Lauri". Y también creo que uno de mis compañeros ya me odia pero es culpa suya por intentar seguir mi ritmo teniendo 30 años (y unos 40 kilos) más.
Y tras este día tan interesante cogí finalmente el autobús de vuelta a casa a las 9 de la noche.