domingo, 19 de diciembre de 2010

Las pruebas de la alergia

Se me acuumulan los post, así que tengo que darle salida como sea a este texto, que empecé el lunes y ahí se quedó por la cantidad de trabajo que he tenido esta semana. Vamos a ello. Prometo que el próximo será sobre la fiesta de Navidad de russki.

Muchos años y dos reacciones alérgicas bestiales después (con inyección de Urbason en urgencias y todo), conseguí que un médico me diera cita para hacerme las pruebas de la alergia. Tuvo que ser una doctora suplente la única que hiciera caso a mis súplicas, allá por febrero de este año. Como la sanidad pública madrileña es así de estupenda y maravillosa y no hay listas de espera, me dieron para el 19 de noviembre, coincidiendo con el estreno de Harry Potter y las reliquias de la muerte (vol. I). Por si esperar a noviembre me parecía poco tiempo, el Hospital de Fuenlabrada me mandó una carta diciendo que no, que mejor me hacían las pruebas el 13 de diciembre. Total, un mes más o un mes menos apenas se va a notar si llevas esperando desde febrero ¿no?.

Y al ambulatorio que me fui, yo solita como una campeona. Me tocó una doctora que no sé si es que es de esas que se acuerdan de los chistes cuando menos falta hace y tenía que contener la risa, estrenaba algún gadget nuevo comprado en el sex-shop de la esquina o en general es una persona feliz. Mejor pensaremos en lo tercero, que la mujer es feliz. Después de hacerme preguntas varias ("¿en qué piso vives?", "¿de qué son los suelos de tu casa?", "¿tienes animales?", "¿te afecta la humedad?" "¿cuántas cajas de antihistamínicos necesitas en primavera?") me devolvió a la sala de espera a hacer lo propio: esperar.

Después de un buen rato aburriéndome, me llamaron por otra puerta. Allí me senté y un señor sacó un rotulador y una caja llena de cuentagotas. La primera gota escocía un poco, por lo que empecé a albergar la esperanza de que no tuvieran que pincharme al lado de las veinte marcas que me habían hecho con el rotulador. Pues sí, tuvieron que pincharme, algunas veces con más acierto que otras, porque algún que otro aguijonazo me dejó herida después. Las palabras de este señor fueron las siguientes: "alguno de los pinchazos te escocerá pero no mucho. Por si acaso, tú no te rasques".

Salí a la sala de espera (a seguir esperando) y ví como mi brazo se volvía irregular y rojo. Eso de alguna de las pruebas me iba a hacer reacción era mentira, porque me hicieron reacción casi todas. Cuando me empezaron a entrar ganas de cortarme el brazo derecho a la altura del codo, volvieron a llamarme.

Señor de antes - ¿A ver el brazo? Anda, si has hecho pleno.

Pleno no pero casi: sólo 3 ó 4 marcas seguían igual y 14 se hincharon lo suficiente como para considerarme alérgica. Por allí había un niño con pinta de repelente (el típico crío flacucho y con gafones) que no hacía más que mirarse el brazo. Por lo que estaba contando, a él sólo le habían puesto ocho y salió de la sala de pruebas (aún no sé si contento o decepcionado) proclamando a voces "pues no soy alérgico a nada", mientras todos los adultos que esperábamos allí le mirábamos con odio. Putos críos.

Después volví donde la doctora feliz, que me dio un justificante que no usé (ya avisé a mi jefa antes y me vio el brazo después), un informe, consejos contra pólenes y consejos contra hongos. También me dijo que fuera apuntando cuándo tenía síntomas de alergia, porque como soy alérgica a muchos tipos de polen me lo tienen que controlar; que soy alérgica a los animales, aunque nunca me hayan hecho reacción (creo que significa que no puedo comer gato, así que tendré mucho cuidado cuando pida comida china); y que ya valorarán si vacunarme contra la alergia.

De mi visita a alergología saqué varias cosas en claro:
  1. El que diga que la sanidad pública funciona bien y no está saturada miente. Una señora fue con un volante que decía "martes 13 de diciembre", a pesar de que el 13 era lunes. No era un error, se refería al martes 13 de diciembre de 2011. Pues hale, a esperar un año más, que los cinco meses que te habían dado no eran suficiente.
  2. El personal médico que maneja objetos punzantes es sádico. Una de las muchas cosas que dijo el niño repelente fue que el señor de la sala de pruebas le había pinchado a mala leche una de las marcas y le dijo "toma, para que sangres".
  3. Los líquidos que utilizan para hacer las pruebas son muy efectivos. Al día siguiente, tuve que ir a buscar una farmacia porque todavía no se me había pasado el efecto. Es domingo por la noche y aún tengo tres marcas en el brazo que no se han ido.
  4. Tengo que pedir cuanto antes el cambio de médico. Entre las muchas pifias que me ha hecho mi doctora (como tenerme una hora esperando porque a ella le dio la gana teniendo una contusión en la espalda o recetarme cosas que no me servían), se encuentra no hacerme volante para el alergólo porque no lo consideraba necesario.

4 comentarios:

  1. Yo voto por el gadget del sex shop de la esquina. ¡Me parto!

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  2. Lo mismo le habían cambiado la medicación. Algo tenía que pasarle porque es imposible encontrar a alguien tan feliz.

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  3. Eso pasa cuando disfrutas con tu trabajo. Y tener una cola enorme de gente con un brazo como el de hellboy es una buena dosis de alegría para este tipo de gente...


    En fin, que felices fiestas (ya tendrás el brazo bien ¿no?) y que todo salga estupendamente :)

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  4. Lo de "toma, para que sangres" es muy gore... Y nunca mejor dicho! XD

    Quien diga que la sanidad pública está bien es porque no vive en España o porque va a la privada, vamos... Besitos!!

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