Si hay algo bueno en el periodismo (aunque la verdad es que es una profesión en la que las cosas buenas se pueden contar con los dedos de una mano), es que no es monótono y es raro que un día se parezca al anterior. Todos los días hay marrones, gente loca que llama, noticias absurdas, movidas en los pueblos (que si pido una comisión de investigación, que si te denuncio por contratar a gente a dedo, que si vamos a sacarnos los ojos porque estamos de pre-pre-campaña...), jefes que toman decisiones a la ligera, etc.. Hoy, sin ir más lejos, nos hemos vuelto a quedar sin luz. O casi.
Nada más llegar el trabajo (a eso de las 12:40, porque ya he asumido que voy a salir a las mil entre a la hora que entre y he decidido no entrar nunca antes de las 12:30), se han apagado la mitad de las bombillas de la redacción, las baterías han empezado a pitar y el interruptor de abrir y cerrar la puerta no funcionaba. Nos hemos quedado sin corriente pero sólo en la mitad de las tomas e interruptores de la redacción. Casualmente, ha sido la mitad de la que dependen los ordenadores, la iluminación, el router, la impresora, la calefacción y los teléfonos, así que hemos ido probando de enchufe en enchufe para poder reconectar todo lo que se ha podido (menos los climatizadores y la iluminación, por razones evidentes). Al menos el microondas y la nevera no han caído. Al final hemos acabado con la redacción llena de cables, porque algunos enchufes estaban demasiado lejos y hemos tenido que tirar de alargadores. Afortunadamente, no ha habido que evitar ninguna baja, aunque antes de que se fuera la luz he estado a punto de agredir a dos personas por quitarme la silla buena con la que no me duele (tanto) la espalda y cambiármela por una silla cutre y con el asiento medio desatornillado.
Seis horas más tarde, cuando ya la luz natural no era precisamente abundante (y la artificial se reducía a dos mesas: la mía y la del comercial de publicidad), han aparecido los electricistas a los que llamamos cuando comenzó la avería. Lo primero que han hecho ha sido echarnos la bronca. ¡Tócate los cojones! Así, sin mirar que es lo que fallaba ni nada. El caso es que los ccuatro pringadillos que estábamos allí trabajando hemos tenido que cargar con una culpa que iría destinada a dos personas: el dueño del local y la persona que firmó el contrato de alquiler, por no preocuparse del estado de la instalación. Yo lo siento mucho pero en mi sueldo no se incluyen las tareas de mantenimiento. La diseñadora y yo hemos llegado a un silencioso consenso por Facebook, según el cual entre las dos podríamos juntar la fuerza suficiente para darle una merecida bofetada al electricista, al que se conoce que no le pareció suficiente tardar seis horas en atender una avería, además tenía que hacer que nos sintiéramos miserables.
Han cortado la corriente de toda la redacción (la que nos llegaba) para mirar qué pasaba y cuál era la posible solución. Yo he cogido la hoja que estaba corrigiendo, la he apoyado en una carpeta y me he ido a la cristalera de la calle a terminar la corrección, porque da la casualidad de que justao al lado hay una luz del pasillo del edificio y se veía estupendamente (y cuanto antes termine, antes me voy a casa). Entre la falta de luz y el lazo de unión creado por la bronca del electricista he decidido que era la hora de hacer una confesión:
Laura - Esto... creo que ahora es un buen momento para deciros que tengo nictofobia
Diseñadora - ¿El qué?
(empiezo a pensar que las confesiones están sobrevaloradas)
Al final nos han hecho un apaño pero me da que no será el último día que tengamos problemas energéticos, porque el problema es la caja de los fusibles. Mientras tanto, me planteo explorar fuentes alternativas para generar electricidad, como enganchar cables a las máquinas del gimnasio de enfrente. Por Facebook también me han propuesto usar los mocos como combustible. ¿Alguna idea más?
Seguro que todos guardáis en algún armario un viejo muñeco Gusyluz. Probad a llevarlos y apretarles bien la barriga. Como solución de emergenia, claro.
ResponderEliminarEy, me ha gustado tu idea. Voy a añadirla a la lista de peticiones, junto a las sillas ergonómicas, los bolis azules y ratones que funcionen.
ResponderEliminarBueno, tiene toda la pinta de que se han superado las capacidades del cableado e instalaciones (demasiados bichos enchufados chupando de los mismos sitios, por supuesto preparados para cosas más normalitas y no pensados para tener una cantidad tal de cosas chupando del bote). Vamos, que es más un problema de ignorancia que de haberse puesto todos de acuerdo en putear a los electricistas de turno. Energía malgastada en echar broncas, en lugar de trabajar en lo que les pagan.
ResponderEliminarNo, lo que sucede es que no se le ha hecho a la instalación el mantenimiento como se debería y está dando fallos por todas partes. Y claro, en un edificio que ya tiene unas cuantas décadas a sus espaldas, eso es una bomba de relojería.
ResponderEliminarEse local si mal no recuerdo eran salas de cine, luego deberia tener una buena instalacion electrica, pero como dices, de eso hace mas de veinte años.
ResponderEliminarSí, eran unos cines. Vamos, no es que lo sepa, es que me lo han contado. Parece que Iberdrola ha dicho que es tema de mantenimiento. Mejor dicho, de no-mantenimiento.
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