Ya estamos en la segunda peli. Nuestro objetivo son las dos torres del monasterio de Santa María de Sobrado, en Sobrado dos Monxes. El principio de la etapa promete: camino, bosques de pinos y brezos... pero, como dice la guía, "de nuevo nos encontraremos con el tedioso asfalto". Y tan tedioso, que después de los 3km de N-VI de la etapa anterior estamos pidiendo caminos de cabras a gritos. Dejamos la provincia de Lugo por carretera, cómo no, y entramos en La Coruña. Después de pasar varios pueblos y perder los puntos kilométricos de vista (se conoce que se les iban terminando los monolitos), volvemos otra vez a la naturaleza. Menos mal, que yo para andar por asfalto me quedo en casa.
Todo vuelve a ser verde, bonito y relajante. Ya vemos las dos torres y la laguna que hay al principio del pueblo. Tenemos que dar gracias a que los de la guía no indicaran como en la etapa anterior (de seguido = una hora), porque la laguna sí que está de verdad a la entrada del pueblo.
El albergue de esta etapa es un monasterio muy bonito de la orden del Cister. Le mando una foto a mi padre para darle envidia y él, no contento con eso, me pide fotos de los monjes. Según entramos en el monasterio, nos encontramos a dos asturianos que vimos por primera vez en Vilalba (el albergue que se inundó). Aquel día decidieron doblar etapa hasta Arzúa para llegar al día siguiente a Santiago de Compostela. Pues nada, chavales, mucho ánimo.
Pero lo entretenido de esta etapa ocurrió en el albergue y el pueblo. Primero, durante la comida, cuando macho alfa casi consigue que macho omega reviente. El pobre chaval se picó porque alfa y yo comíamos más que él. Mientras tanto, entablamos conversación con el conductor del autobús y el cocinero del grupo de la parroquia. Por lo visto, los chavales estaban haciendo la etapa de 40km y se tiraron por lo menos 10 horas andando. A los más pequeños no les dejaron caminar la etapa completa y estaban aburridos por el albergue, esperando a que llegara el resto. Aparecieron sobre las 5 de la tarde, la mitad de ellos con los pies llenos de ampollas.
Después de comer, me despedí definitivamente de mis deportivas. El monasterio (que visitamos como turistas) me pareció un lugar bonito para jubilarlas, que se lo han ganado. En la primera papelera que vi, las tiré. También aumenté 4€ más el gasto en mis pies con una tobillera, por lo que la cuenta asciende a 45,75€. Le conté todo a mi padre, que seguía empeñado en que quería fotos de los monjes, cómo si nunca hubiera visto un cisterciense.
Cuando consigo cortar la comunicación con mi progenitor, veo que macho alfa y macho omega están hablando con un chico muy alto, muy guapo y muy centroeuropeo. También veo que no se entienden, por lo que decido intervenir. Anita me pilla cuando le estoy explicando al chaval dónde he aprendido alemán y que he vivido un tiempo en tierras germanas e intenta comunicarse pero se traba y quedo bien delante del chico alto. Ella se justifica diciendo "te lo dejo a ti". Ya me contarás para qué quiero yo un alemán.
Aquella noche cenamos con el vasco de capítulos anteriores y dos chicas de Valladolid. Una de ellas era médico y otra ingeniero industrial. La médico se tuvo que marchar cuando la llamaron con una urgencia: a la gabacha de la trenza la había picado una garrapata. Desde este momento, deja de ser "la gabacha de la trenza" para convertirse en "la gabacha de la garrapata". Se le quedaron clavadas las pinzas del bicho, por lo que le daría fiebre al día siguiente, aunque yo la vi igual que siempre.
A la hora de dormir, Anita y yo nos ganamos una bronca en inglés de una señora holandesa. Nos dijo algo así como "dejad de hablar en vuestro idioma". Me dieron ganas de contestarle "vale, pues hablamos en alemán, ¿le parece mejor?". Había gente que molestaba mucho más, como un señor que roncaba como una morsa o unos que llegaron de cañas a las 2 la madrugada y despertaron a todo el mundo. Yo sólo tenía un tobillo tocado, aunque no hundido, y necesitaba ayuda y crema relajante.
Aunque dos noches antes dormimos en el suelo de un polideportivo, ésta fue sin duda la peor de todas. A mi litera le faltaban una tabla y la barra que atraviesa todo el somier de arriba a abajo. Me pusiera como me pusiera, el agujero pillaba a la altura del culo. Para colmo, me tocó la cama de arriba, lo que me daba una probabilidad muy alta de amanecer encima de Anita. Finalmente, opté por dormir en diagonal pero aún así fue un número y mi amiga pasó la noche acojonada.
Jaja qué cuadro, me imagino a Anita encogida bajo sus sábanas mirando hacia el agujero de las tablas sobre el que se apoyaba tu culo, jaja. Y en cuanto al guapo centroeuropeo... A esta historia le falta una trama B romántica o una traba B psicópata (por que no os cargásteis a la que no quiere que habléis español en españa)
ResponderEliminarP.s (la próxima vez deja que alguien te explique para qué quieres tú a un alemán :P)
Sintiéndolo mucho (y siendo un poquito spoiler), el Camino del Norte no tuvo subtramas (¡oooooooh!)
ResponderEliminarpodían haber dormido las dos arriba y así no había problemas.. (salvo derrumbamiento, claro)
ResponderEliminarO las dos abajo. Pero lo mejor hubiera sido elegir otra litera, porque todas la planta estaba vacía cuando llegamos.
ResponderEliminarBueno, para la próxima vez ya sabes... aunque lo más normal es que la próxima vez el resto estén todas cogidas y te toque la misma.
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