Salimos de Sobrado dos Monxes con la intención de llegar al menos hasta Arzúa. Si la cosa va bien, podemos continuar 15 kilómetros más hasta Santa Irene para restarle kilómetros a la última etapa, que nos llevará al Monte do Gozo, nuestro particular Monte del Destino. Lástima no llevar un anillo para destruir, hubiera quedado muy épico.
Salgo de Sobrado medio dormida y con zapatillas nuevas. Ya me he encargado de ablandarlas andando los últimos kilómetros de las dos etapas anteriores y paseando por Sobrado dos Monxes. Aún así, no son tan cómodas como las zapatillas que he tirado y me hago una rozadura en cada planta, las únicas marcas que quedan en mis pies de todo el camino. Puedo darme con un canto en los dientes porque no llegaron a salirme ampollas.
La etapa es bastante normalita. Nos encontramos con la gabacha de la garrapata, que no parece afectada por el incidente del día anterior. Supongo que se iría revolcando por los prados, porque nosotros no encontramos ninguna garrapata en todos los kilómetros que hicimos. Y eso que hicimos kilómetros de más, porque leímos tarde que se podía coger un enlace con el Camino Francés que te quitaba 10km hasta Santa Irene sin pasar por Arzúa.
Mi tobillo sigue tocado y va empeorando según nos acercamos a Arzúa. Lo mismo tiene algo que ver con que Ana y yo fuéramos saltando por los caminos de cabras al ritmo de Viva Colonia, homólogo alemán de Asturias patria querida. Para alguien que ha tenido varios esguinces en ese mismo pie, el dolor no puede ser una buena señal. El resto del camino lo pasé con más rabia que cansancio. No me hacía ninguna gracia lesionarme a 40km de Santiago de Compostela. Por si fuera poco, macho omega se ha enfadado con Ana y ha decidido acelerar. Pues yo no pienso seguirlo, ya nos reencontraremos con él en Arzúa.
Entramos en un pueblo que no está señalizado y nos encontramos con el alemán y el vasco, con el que tengo una conversación muy amena sobre tobilleras. La suya mola más, porque sujeta mejor el pie. También es verdad que su tobillo está mucho peor que el mío y el día anterior ya ocupaba el doble. Seguimos andando y le preguntamos a una chica cuánto queda para Arzúa. "Ya estáis en Arzúa". Gracias, maja ¿y cómo llegamos al albergue municipal?
En esta etapa tenemos 46 plazas y muchos más peregrinos, porque nos juntamos con el Camino Francés (el que hace todo el mundo), el Camino Primitivo (uno que va por Asturias) y la Ruta de la Plata (que llega desde el sur, por Andalucía, Extremadura y Castilla y León). Nos ponemos a la cola por si cuela aunque, según nuestros cálculos, vamos a ir muy justitos. Tenemos suerte y pillamos 4 de las 5 últimas camas.
El resto del día se resumió en visitar el centro de salud para que me dijeran que tenía una sobrecarga muscular y me recetaran drogas (sí, qué pasa, he hecho el Camino de Santiago dopada), regalarle 1€ a la secadora del albergue (que ni secaba ni nada) y hablar con un peregrino del Camino Primitivo que nos echó la bronca por elegir el Camino del Norte en nuestro primer Camino de Santiago. Ya habíamos oído que era más duro pero nadie nos había abroncado aún.
Con las recetas del médico, el gasto en mis pies aumenta otros 4€. Si no me equivoco, ya van 49,75€. Y yo voy necesitando un cajero, porque veo que voy a llegar al Monte del Destino sin un duro. Tampoco me voy a poner a buscar un cajero en Arzúa, mejor me bajo al bar a tomar algo con Ana hasta la hora de la cena, que vengan los machos alfa y omega. Ya que estamos, cenamos ahí, que nos sale muy rentable porque la camarera se ha olvidado de todas las consumiciones de la tarde.
Volvemos al albergue a dormir. Como nos registramos los últimos, estamos dos en cada habitación. La que nos ha tocado a Ana y a mí es más cool, porque tiene una terracita con sofás. Sólo tiene una pega: una señora mayor que ronca como un león marino. Era incluso peor que el roncador de Sobrado dos Monxes, que ya es decir. Menos mal que fue madrugadora y antes de las 4:00 ya estaba levantada.
Eso o que se tragó parte de la almohada en uno de sus ronquidos.
ResponderEliminarSe levantaría, porque no estaba. Aunque, quién sabe, lo mismo implosionó de un ronquido.
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