viernes, 14 de agosto de 2009

Santiago de Compostela (vol. II)

Ya tenemos las compostelas. Bueno, yo no. Yo tengo un papel de peor calidad, más feo, que no está en latín y en el que la catedral de Santiago de Compostela "expresa su bienvenida cordial a la Tumba Apostólica de Santiago el Mayor" y desea que el Santo Apóstol me conceda "con abundancia, las gracias de la Peregrinación". Tócate los pies. Casi 200 km a pata desde Ribadeo, la pasta que me he gastado en mis pieses y una sobrecarga muscular para esto.

Qué quieres que te diga, pero yo no he desayunado y tengo hambre. Ana y yo nos vamos a desayunar y dejamos a los machos haciendo vete tú a saber qué antes de ir a la misa del peregrino. El bar donde desayunamos no podría estar más hecho a mi medida: se llama "A Conga", es un piano bar decorado al estilo principio del siglo XX y el desayuno es barato (2,20€) y enooooorme: Cola-Cao, mini churrito, mini croissant y dos tostadas de pan de hogaza.

Con la tripita llena, nos vamos a la catedral, a buscar a los machos y a escuchar misa. Llegamos justo cuando está empezando y nos quedamos de pie al lado de un pilar, donde apoyamos las mochilas mientras toda la plantilla de sacerdotes de la catedral nos da la bievenida a los que hemos llegado peregrinando. Allí están todos los que nos hemos encontrado a lo largo del viaje: las sevillanas maquilladas, el alemán que necesitaba de traductora, el vasco y su amigo alemán, dos extremeñas muy majas que conocimos en la cola del albergue de Arzúa... Es bonito reencontrarse con todo el mundo al final del camino ¿no? También estaban los scout italianos de la jarra de cubalibre, que cantaron para amenizar la misa.

Y tuvimos la gran suerte de que unos japoneses, que siempre viajan sobrados de pasta, pagaron el incienso para encender el botafumeiro. Por lo que me contaron, el precio está entre 200 y 300 euros ¿Esta gente dónde comprará el incienso? No sé, lo mismo si lo compran en cantidades más grandes les hacen precio. Y, ya que están, que eleven el botafumeiro un poco, que yo estaba sufriendo por la gente del altar mayor.

¿Y ahora qué hacemos? ¡Si está lloviendo a cántaros! Da igual, nos vamos de turismo por Santiago, que Ana y yo estamos desayunadas, tenemos energía y hemos pillado mapas de la ciudad. Venga, pues vamos pa'lante. Espera, ¿dónde se han metido los machos? Míralos, hablando con las sevillanitas maquilladas. Pues que les den. Ya nos encontrarán, que esto es pequeño.

En el proceso de ver cosas, Ana decide despedirse de sus zapatillas, que tan buen servicio le han hecho durante el viaje. Las dejamos en un contenedor de basuras, les decimos "adiós" (literalmente, porque se lo dijimos de verdad) y seguimos adelante. Hasta que se pone a llover aún más y nos tenemos que resguardar en la entrada de una zapatería. ¡Ana, deja de mirar el escaparate!

Los machos nos llaman, les preguntamos dónde están y les decimos que no se muevan, que ya vamos nosotras. Pues no nos han hecho ni puto caso, porque no están. Preguntamos al conductor de la parroquia (los que nos despertaron a las 5:00 en el polideportivo de Vilalba) y dice que él si los ha visto. Al final nos cruzamos búscandonos unos a otros y macho alfa nos da la noticia: se ha encontrado con el alemán (el que no necesita traductora) y le ha dicho que han quedado varios esa tarde para tomar algo.

Nos vamos al albergue, donde flipamos porque nos han dado sábanas de tela limpias ¡y hasta una toalla! Ya estaba hasta las narices de las fundas de almohada de celulosa que se rompen y de taparme con el saco. Eso sí, no le pediremos peras al olmo, que la sábana de Ana está llena de agujeros y a mí me han dado dos sábanas de arriba. Al menos no me han dado dos sábanas bajeras. Dejamos todos los trastos y volvemos al centro.

Son las cinco de la tarde y ya no nos van a dar de comer. Lo mejor será irse de tapas y cañitas. Ah, y no nos olvidemos de la ración de pulpo con la que Ana lleva dando la paliza desde que nos bajamos del autobús en Ribadeo. Después una vueltecita por la plaza del Obradoiro y... las maquilladas. Pues nada, nos acoplaremos al grupo con el que están. Uno nos regala peregrinos hechos con alambre (el mío se perdió, snif) y a cambio tenemos que dejarle un dibujo. "Laura sabe dibujar". Sí, y Ana es una bocazas, así que tendré que dibujar la catedral (las cosas se hacen bien o no se hacen).

En este momento no recuerdo muy bien qué pasó pero nos encontramos con el alemán que necesitaba traductora, se fue con una pareja de Austria, nos reencontramos con todo el sector germánico (estos tres y el otro alemán), recogimos al vasco en el hostal en el que se hospedaba y nos fuimos todos a tomar algo. Eso sí, sólo una, que los centroeuropeos se recogen prontito. Nos quedamos el grupo de la cena en Miraz, intercambiamos direcciones de e-mail y números de móvil y nos hicimos una foto de grupo.

Después de la foto reencontramos a la gabacha de la garrapata, que andaba de bares con otra chica. Por lo visto se estaban haciendo el París-Dakar (según cuenta la leyenda, es una calle en la que hay un webo de bares y si consigues recorrerla entera tomándote algo en todos te dan un premio). La gabacha había reservado en un hotel de 75€ la noche, porque estaba harta de albergues y se quería dar un homenaje. Por lo que nos contó el vasco, no tenía pasta suficiente para pagar la habitación y se puso a tocar la flauta en una plaza para reunir fondos.

Seguimos dirección a la plaza del Obradoiro, donde el alemán y el vasco huyeron de nosotros mientras nos hacíamos fotos estúpidas delante de la catedral y cantábamos con la tuna. Sí, dábamos bastante miedito pero también nos daba igual todo porque ya habíamos llegado al final. Cerramos la noche con un kebab y vuelta al albergue, que estaba un poquito a tomar por culo.

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