miércoles, 2 de junio de 2010

Día 13 (05-05-2010)

Oficialmente, ayer llegamos al final de la Ruta 66. ¿Por qué sigo? Pues porque seguro que alguien se me enfada si dejo el viaje a medias, aunque los últimos días no formen parte estricta de la Ruta.

El plan de hoy es ir a Laguna Seca y, después, seguir hasta San Francisco. Por el camino vemos los famosos viñedos californianos y todos nos echamos un sueñecito durante algún momento del viaje. Ya hemos terminado, tenemos derecho a descansar ¿no? Además, ahora vamos más relajados porque no tenemos que estar pendientes de introducir continuamente direcciones en el GPS, de consultar las guías o de buscar en el atlas por dónde sigue una carretera que ya no existe.

Pero lo primero de todo es salir de Los Ángeles. Aprovechamos para ver alguna última cosilla por la mañana, como las urbanizaciones de lujo donde viven los famosos. No tenemos ni puñetera idea de dónde queda pero yo, que estoy muy puesta en los asuntos de Hollywood, conozco el nombre de la calle donde comienza ese barrio, así que la ponemos en el GPS. Después de un rato dando vueltas por allí y constatando que, efectivamente, esas casas son muuuy caras, nos encontramos con la camioneta que hace el tour guiado para los turistas y decidimos seguirlos.

Sin audioguía no es lo mismo pero no pienso pagar para que me metan en una furgoneta con el techo cortado y bancos anclados al suelo, que es donde llevaban a los turistas. A pesar del apaño, reconozco que tuvimos una falta de previsión muy grande al no agenciarnos uno de esos famosos mapas de las casas de las estrellas que se venden por todas las zonas turísticas de Los Ángeles.

Salimos de Los Ángeles y el coche nos pide que le echemos gasolina. No pasa nada, encontrremos una gasolinera antes de que la reserva se agote. Ahí va, si era esa salida. Nada, pues habrá alguna más cerca, busquemos en el GPS. Pues no, la que nos hemos pasado era la más cercana y ahora hay que volver. Estupendo el coche tiene tantas millas de autonomía como las que quedan para llegar a la gasolinera. Con expectación, vamos mirando a la pantallita del GPS, que marca la distancia que queda, y al panel del coche, que nos avisa de la autonomía. Al final llegamos a la gasolinera con una milla de autonomía en la pantallita verde. Uf. Ya que hemos parado, aprovechamos para comer, que va siendo hora.

Continuamos hasta Laguna Seca, donde llegamos ya hacia el final de la tarde. Hemos preguntado por teléfono antes de salir de Los Ángeles si se puede visitar el circuito pero, aún así, buscamos a alguien con quien hablar para que nos indique por dónde podemos pasar y por dónde no. Como era de esperar, no encontramos a nadie en las oficinas. Después de dar muchas vueltas, vemos a un ranger de los que vigilan el complejo (circuito, parque y camping) y le preguntamos si se puede visitar el circuito, por dónde podemos entrar y cómo llegar al sacacorchos.

Seguimos enredando por la zona, hacemos fotos y yo me quedo por ahí enredando con la cámara. Cuando me quiero dar cuenta, el manso y el del restroom han saltado la valla y se han colado en la pista. Y el busca-balas ya iba hacia ellos para hacer lo propio. Menos mal que el ranger no nos ve, que era muy grande. Aunque lo único que nos prohibió fue meter el coche en la pista (cosa totalmente normal y comprensible).

Después de esta visita cultural, seguimos hasta San Francisco, donde llegamos a las mil de la noche. El hotel es un motel, eso sí, muy bien situado y de tres plantas. El ascensor suena raro, es viejuno y huele raro (prefiero no saber a qué huele). En general se podría decir que el motel ha sobrellevado mal el paso del tiempo, sobre todo las puertas. Viendo cómo es el hotel por fuera, me espero cualquier cosa de las habitaciones, y no buena precisamente.

Tras pasar varias veces las tarjetitas magnéticas por la ranuera, ver cómo se enciende la lucecita verde que indica que podemos abrir y que las puertas no se abran, por fin conseguimos entrar ¡Copón! La habitación no es como yo me la esperaba: muebles nuevos, nevera, máquina de café, baño reformado, despertador eléctrico y lo mejor de todo: una tele muy grande de pantalla de plasma. Pues para estar así de bien y además en una calle principal de la ciudad la verdad es que ha salido muuuy bien de precio.

También estaría bien ir a cenar, que todavía no lo hemos hecho. Los restaurantes cercanos al hotel, que son muchos y muy variados, quedan descartados por la hora. Lo único que queda abierto es un Taco Bell + Kentucky Fried Chicken (comparten local), donde presenciamos una peregrinación de extraños personajes, no todos ellos con la excusa de estar borrachos.

Después de la cena y de leer los mensajitos de los sobres de limpiarse las manos (el del busca-balas decía algo así como "pídele a alguien que se case contigo"), volvemos al hotel, nos duchamos, nos vamos a la cama y comprobamos que la tele funciona correctamente. Cuando cerramos los ojos eran las 01:35.

Aún no hemos podido ver nada (bueno, sí, la gente rara del Taco Bell y cómo los cables de los trolebuses echan chispazos) pero San Francisco tiene buena pinta. A ver qué nos depara mañana, a la luz del día.

Foto del día: atardecer en Laguna Seca.

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