Dejamos el coche en el parking del motel, donde, inexplicablemente, también hay un Ferrari, y nos vamos a hacer turismo a pie. Creo que es la segunda vez que andamos en todo el viaje. La primera fue en el Gran Cañón y todos estábamos tan atrofiados después de tanto tiempo sin movernos del coche nada más que para comer, dormir, echar gasolina e ir al restroom que al día siguiente teníamos agujetas. En San Francisco nos fue mejor, a pesar de las subidas y bajadas.
Visitamos una calle que es de bajada con cinco curvas, fuimos al puerto, hicimos una excusión muy chunga con un barco a Alcatraz (bueno, a ver Alcatraz, porque no nos bajamos) y probamos suerte con la comida en el barrio italiano. No fue como esperábamos y nos costó un buen rato encontrar un restaurante. Luego volvimos al puerto para ver el submarino Pampanito.
Con mi carnet de la biblioteca de donde estudio ruso y el carnet de estudiante del busca-balas, pasamos los cuatro como universitarios con entrada reducida. El busca-balas hace de guía (cada uno tiene su tipo de frikismo) y nos ahorramos los 2$ de las audioguías, que da la casualidad de que son iPod Shuffle (igualito que en el Gugenheim de Bilbao, que eran unos cacharros negros enormes).
Después volvimos a por el coche, para cruzar el Golden Gate y después subir a un mirador a ver la ciudad entera desde arriba. En una guía online, el busca-balas había visto un centro japonés que parecía bonito. Lo buscamos, nos perdimos (incluso siguiendo al GPS, que ya es triste) y por fin lo encontramos. Era una mierda pero al menos teníamos localizado Japantown.
Volvemos otra vez al motel y, con Japantown ya localizado, hacemos otra vez el intento de la comida japonesa de verdad, rica y barata. Nos sale estupendo: 15$ por persona y terminamos bien llenos de muchas cosas ricas, entre ellas un sushi maravilloso. Ahora estaría bien salir un rato a tomar algo.
Tenemos miles de bares cerca del motel, así que dejamos el coche aparcadito y vamos a pie. Vemos un sitio que tiene buena pinta pero hay una pega: ¿dónde está la puerta? Pensamos que quizá se comunique con el de al lado, entramos y resulta que no tienen nada que ver. El sitio en cuestión deja mucho que desear, así que seguimos investigando y vemos otro más lleno y parecido a los pubs irlandeses que hay por aquí en cantidades ingentes.
Hacemos nuestros pedidos y el busca-balas pregunta al camarero si esto que estamos pidiendo es muy común por aquí. Casualmente, lo de ellos sí, a mí me dice que el vodka con limón no lo pide nadie y que es una cosa muy europea. Después de la segunda ronda, el busca-balas y yo nos marchamos y los otros dos se pasan a los vasos más grandes que tenía el local (que son, más o menos, del tamaño de los vasos grandes de Ikea). Espero que no tengan ningún problema, porque hemos dejado solos a los que menos inglés saben.
Al rato, llamada telefónica a nuestra habitación. Es el del restroom y tiene voz de llevar una moña considerable. Parece ser que han llamado a dos chicas (él dice que eran gruesas, yo digo que eran gordas) que se hospedan en otra habitación del mismo motel. Las intenciones que tenían ellos podían ser sanas o no, depende ya del criterio de cada uno, pero ellas han amenazado con llamar a la policía.
Hacemos una reunión de emergencia en la habitación de ellos y decidimos que yo iré a pedirles disculpas. Si después de mis grandes habilidades comunicativas están receptivas, les endosamos a los dos chicos y sus respectivos pedales y las dos botellas de cerveza de raíz que nos regalo Gary Turner y nadie fue capaz de beberse como muestra de buena fe. Antes de mandarme al peligro, nos aseguramps de que tienen la luz encendida para no molestar y vemos que han salido de la habitación para fumar.
Bajo y veo que de cerca son más grandes de lo que yo creía. Sobre todo una de ellas que es muy alta y puede dejarme K. O. de una bofetada. Cada vez entiendo menos por qué las han llamado. Miro hacia la ventana de la habitación donde me esperan y veo que, por alguna razón que no alcanzo a comprender, han apagado la luz, aunque distinto al manso agazapado entre la ventana y la cortina. Vamos Laura, sé valiente y demuestra que un título del Trinity College sirve para algo.
La más grande parece muy muy muy molesta y es la que me contesta, de mala gana, mientras la otra me mira como diciendo "la que te han liado". La otra está algo más receptiva pero no tanto como para convencer a su amiga de dejarse encasquetar a estos dos. A ver, sabemos que no os han despertado porque teníais la luz encendida y entiendo que os habrá molestado que os llamen dos veces seguidas a la habitación unos desconocidos. Aceptan mis disculpas (las palabras literales fue "aceptamos tu disculpa, cariño") y entiendo que no hay nada más que hacer. Quizá las dos chicas sean pareja, quién sabe.
Vuelvo al campamento base, les cuento a los tres qué ha ocurrido y dejamos a los dos perjudicados durmiendo la mona.
¿Audioguías iPod Shuffle? God bless America!
ResponderEliminarLa única pega es que eran de color rosa pero ¿a quién le importa?
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