domingo, 4 de octubre de 2009

El día después

Empezaremos por el principio y en orden cronológico, que a mí eso de las estructuras narrativas extrañas no suele salirme bien.

07:45: suena el despertador. Mmmmm... cinco minutos
07:50: venga, a levantarse, que no queda bien llegar tarde al primer día de clase.

Salgo de casa, cojo los transportes públicos pertinentes y me planto en la que a partir de ahora será mi clase de ruso. No sé si la puntualidad eslava es muy conocida, pero llevamos un rato aquí y no ha aparecido nadie que no sea alumno. A las 9:40 aparece una señora siberiana y empezamos la clase. Podríamos describir la experiencia como "interesante". Como muestra, diré que echo de menos la fonética alemana (¿de dónde han sacado tantas vocales los rusos? Y lo más importante ¿cómo son capaces de pronunciarlas todas? A mí me faltan cuerdas vocales o algo). Al menos la profe es salada y me da que aparecerá por aquí más adelante con alguna cita célebre.

Después de esta mañana tan intensa, vuelvo a casa e intento mentalizarme para lo que me espera. Como pronto será mi cumple, he decidido invitar a los amigos más cercanos a algo en casa. La cifra de asistentes confirmados el jueves era de 10 (contándome a mí). Cuando llegué a casa, después de mi primera toma de contacto con el idioma ruso, íbamos a ser 15. Al final no sé cuántos fuimos, porque varias personas se cayeron de la lista, otra más apareció de la nada, hubo un problema de comunicación con Hell's Tea ("¿traes acompañante?" - "Xxxxxxx trabaja el sábado") y no tenía ganas de sumar y restar. Tan sólo fui contestando al telefonillo cuando alguien llamaba, que es una técnica perfectamente válida para controlar la asistencia, siempre y cuando conozcas a quien está llamando.

Como éramos demasiados para preparar una cena, decidí pringarme lo justo (exceptuando la masacre culinaria del viernes). Despejé el salón todo lo que pude; distribuí la comida, la bebida y todo lo que pudiera resultar útil (vasos, platos, servilletas, etc.) por una mesa (previamente recubierta con un mantel de plástico tan feo como lavable) y decidí que, si todos dejaban los zapatos en la entrada, hoy tendría muchísimo menos que limpiar. Mi técnica ha funcionado, ya que sólo tengo que recoger la mesa y pasar la aspiradora al salón, que fue el centro de reuniones. Bueno, e investigar cierto percance con el frigorífico que ahora no viene a cuento y que no está relacionado con la celebración.

Con todo preparado (y yo también, por supuesto), ya sólo quedaba esperar. Incluso me ha sobrado media hora. El año pasado monté una cena para seis personas y los invitados llegaron pronto, pillándome con todo a medias. Este año no me va a pasar lo mismo... y tanto, porque han pasado 20 minutos de la hora indicada y aquí estoy yo sola, tirada en el sofá escuchando el primer CD que he pillado por banda.

Hombre, una llamada. Miro el nombre. Ésta se ha perdido fijo.
Yo - ¡Wenas! [¡sí! Por fin viene alguien]
Amiga - Tía, que no voy a poder ir [la jodimos]

Otra llamada. Miro el nombre. Otra que tiene facilidad para perderse.
Yo - ¡Wenas! [por lo que más quieras, dime que ya has llegado y no recuerdas el piso]
Amiga - ¡Hola! Oye, que ya vamos para allá, que hemos ido a recoger a Xxxxxx.
Yo - ¿Cómo? (risa histérica)
Amiga - Sí, que la he llamado
Yo - Pero... si yo no le mandé la invitación [tampoco me importa que venga, lo único es que no me van las macrocelebraciones, porque hay muchas posibilidades de que acaben en desastre]

De pronto... ¡¡rrrrrrrras!! A la mierda los pantalones. Menos mal que la parte de arriba tapa el roto, porque está en un lugar muy poco apropiado. Paso de cambiarme, no tengo más vaqueros limpios en condiciones y, además, la gente tiene que estar a punto de llegar (o debería).

Telefonillo. ¡Bien, por fin! Dos amigos, los primeros en llegar. Estoy harta de esperar, así que les sugiero que nos tomemos una cervecita. La gente sigue apareciendo y más o menos se va animando la cosa, con un goteo constante de llegadas. Les he prometido que veremos un corto (cortesía de Hell's Tea) pero hay que esperar a todo el mundo. El único que no aparece es el director del corto en cuestión (cónyuge de Hell's Tea). Deducimos que se ha perdido (nadie pilla atascos para salir de Madrid a las 11 de la noche un sábado normal, lo siento). Después de un rato y un par de llamadas, me pasan con él.
Director del corto - Me he perdido
Yo - ¿Dónde estás?
Director del corto - Espera, que creo que me he encontrado
Yo - ¿Qué ves?
Director del corto - Un concesionario

En la zona sur de Madrid, eso es como decir que has visto un árbol. Finalmente, he deducido por las explicaciones adicionales cuál era el concesionario y le he guiado por el buen camino. Hemos visto el corto (a mí me ha gustado) y hemos continuado la celebración. La gente se ha marchado en dos tandas, permitiendo que me acostara a una hora más o menos prudente teniendo en cuenta la ocasión (lo cual agradezco profundamente, dado el madrugón).

No hay fotos pero desde aquí agradezco la asistencia, las aportaciones (helados y patatas fritas de varios tipos) y los regalitos. A saber: un cuadrito, unos pendientes, un broche muy grande (que tendré que explicar cada vez que me lo ponga), un catálogo de Ikea (¡por fin!) y una copia del corto que hemos visto.

Gracias a este acontecimiento social, mis amistades (la mayoría) ya se pueden identificar cuando lean comentarios en mi blog o en mis publicaciones de Facebook.

9 comentarios:

  1. Vamos, que lo pasasteis estupendamente. Me alegro :) Avisa cuando haya que felicitarte :P

    ResponderEliminar
  2. Yo creo que el motivo real de la cena de ayer no era tu cumple, sino lo especificado en el último párrafo. ¡Mierda! Y yo, por no acudir, seguiré poniendo cara a unos (mejor dicho unas) pocos.
    ;-)
    Por cierto, el menú de la celebración? No creo que te pasases el viernes pringando de paté el pan de molde :-P

    ResponderEliminar
  3. @Min: bienvenida y gracias por el comentario. Fue un plan tranquilito pero estuvo bien.

    @Mari: cachis, y faltaste tú, que eres muy de ponerme cosas en Facebook y por aquí. El menú fue sushi, nuggets, dos tartas y unos pastelitos extraños de yogur. Menos los nuggets (que ya estaban hechos pero no eran congelados, eran caseros) hice todo el viernes.

    ResponderEliminar
  4. Jo, qué mal nos dejas! Para empezar, no fue un fallo de comunicación sino los malditos renders de Max. Y para salir hacia Fuenla desde Atocha quizá no se pillen atascos, pero si tienes que ir de Atocha a Cuatro Caminos y de Cuatro Caminos a Fuenla se entiende la tardanza. Ais, que hay que explicarlo todo.

    Oye, el postre hipercalórico está tremendo. Voy a buscar la receta en los comentarios de mi blog, buscar dos cacharros adecuados y estrenar mi "nuevo" horno de gas.

    ResponderEliminar
  5. El sushi "handmade" me encantó. Menos mal que no viniste a la Feria de la Tapa porque hubieras ganado seguro, jeje.
    En defensa del broche diré:
    a) Es un broche grande porque eres una gran persona ;-)
    b) No podíamos regalarte un broche convencional, que se entienda nada más verlo, porque eres una "non conventional girl".

    El peloteo ha surtido efecto? :-P

    ResponderEliminar
  6. @Hell's Tea: no era mi intención dejar mal a nadie (al menos en este post). Vale, es posible que de Atocha a Cuatro Caminos sí que hubiera algún atasco. Ya me contarás qué tal te ha salido el postre hipercalórico.

    @Irene: el broche no hace falta defenderlo, mola un montón. Y el peloteo no es necesario pero le levanta a una la moral :P

    ResponderEliminar
  7. Ostras! No me digas que has hecho dejar los zapatos en la entrada a la gente! Y yo que pensaba que mi novio era el único raro, jaja.

    Aquí hay más concesionarios que árboles, sí señor.

    ResponderEliminar
  8. Rara no Mamen, práctica. Tu deberías entenderlo...

    ResponderEliminar
  9. Claro que soy práctica. Apenas tardé en recoger al día siguiente.

    ResponderEliminar

Opinar es gratis