El hindú del motel nos recomendó un bar típico de la Ruta 66 para desayunar. Según el tipo, el local abría a las 9:00. Según los letreros de la puerta, abrían a las 11:00. Es una pena, porque el lugar es estilo años 60. Hacemos unas cuantas fotos y nos vamos a desayunar al restaurante familiar de enfrente, que no es tan bonito pero también es muy típico.
Por primera vez en el viaje, vemos hecho realidad el topicazo del granjero norteamericano: señor grande, regordete, con botas, peto vaquero (metido por dentro de las botas, of course) y su sombrero, subiéndose en una pick-up con la parte trasera más grande que mi cuarto de baño (que tampoco es que sea desmesurado para ser un cuarto de baño). Suponemos que, antes de irse al campo con las vacas, se ha metido entre pecho y espalda un señor desayuno como el que nos disponemos a ingerir.
Entramos a desayunar. La camarera es simpática y nos pregunta de dónde somos, qué hacemos por allí, si nos está yendo bien el viaje y esas cosas. Nos da las cartas y tiramos por un desayuno contundente (Como el del señor granjero del párrafo anterior): Gamab, un Route 66 (una sartén con muchas cosas, dos huevos fritos y un muffin inglés); los otros dos compañeros de viaje, dos tostadas francesas; y yo, tres tortitas y jamón a la plancha. Todo acompañado por los correspondientes cafés/tés y zumos, como no podría ser de otra manera. La camarera no está muy convencida con que los chicos sólo desayunen dos tostadas, leche y zumo pero a ver quién le explica que aquí somos más de café sólo y salir pitando a coger el metro.
Después del desayuno y antes de ponernos d enuevo en ruta, pasamos por el restroom (el wc), donde una señora que estaba desayunando en la mesa de al lado me saluda como si me conociera de toda la vida, me pregunta si estamos teniendo buen viaje y me desea buena suerte. Bueno, al menos aquí la gente es maja.
Nos largamos y seguimos con la ruta en serio. Visitamos una gasolinera convertida en tienda de regalos. Cuando llegamos estaba cerrada (suponemos que por ser domingo) pero, al poco rato, apareció una señora en un coche para abrir. Nos agenciamos unas bonitas señales metálicas de la Ruta 66 y continuamos el camino. En Pontiac, donde la policía va en Chevrolet (os podéis reir, es un chiste), visitamos un museo de la Ruta 66 (uno de tantos) y seguimos nuestro camino con paradas en gasolineras abandonadas y rehabilitadas y restaurantes emblemáticos que estaban cerrados, porque está visto que en los pueblos de Illinois todo el mundo descansa los domingos.
En general, el día ha sido productivo pero se está haciendo de noche, queremos pasar de St. Louis y no encontramos ningún motel. Al final tiramos de cadena hotelera, que es más cara que un motel pero tampoco es que tenga muchos lujos. Por lo menos al día siguiente tendremos el desayuno gratis.
Entre otras cosas, hoy hemos aprendido a admirar a Clint Eastwood. ¿Porque ha dirigido muchas pelis? No. ¿Porque ha trabajado con Sergio Leone? Tampoco. Porque masca tabaco. ¿Y esta tontería? Pues no es ninguna tontería. Resulta que Gamab paró en una gasolinera y compró unas bolsitas similares a las de té (pero mucho más pequeñas) de tabaco de mascar con sabor a melón. Tres de los cuatro viajeros hicimos el intento de probarlas pero todos acabamos escupiendo por la ventanilla y acudiendo a las garrafas de zumo. Clint, te admiramos más que nunca y te convertirás en nuestro nuevo guía espiritual. Se acabó el hacer frases de Chuck Norris, ahora las haremos con Clint Eastwood.
Ya estoy esperando la siguiente entrega.
ResponderEliminarMe encanta. Pero le rogaría a la Srta autora del blog que se extendiese un poco más, con más detalles...
ResponderEliminarLo hago por vosotros, que luego me dicen que soy una plasta y escribo demasiado. Tranquilo, ya vendrán días más largos (es que el día 3 fue un poco aburrido).
ResponderEliminarYo también quiero entradas más largas, y probar el tabaco de mascar sabor melón. Es que de mayor quiero ser como Clint.
ResponderEliminarPues nada, el próximo día que te vea te llevo una bolsita de tabaco de melón, verás que divertido. Se supone que dura media hora pero si pasas de cinco minutos se te considerará digna discípula de Clint en el arte de mascar tabaco. Eso sí, cinturón blanco-amarillo, que aún te queda mucho camino para llegar al tabaco negro.
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