Mientras cargo maletas en el coche, me pegan un berrido desde una pick-up con la parte trasera llena de lugareños y de herramientas de campo. Gracias majetes.
Ya en camino, seguimos cogiendo tramos históricos cada vez que podemos, hoy con un viento considerable. Gary Turner nos dijo algo que no entendimos muy bien sobre un tornado y empezamos a sospechar que quizá fuera una advertencia y que pueda estar cerca de nosotros, sobre todo porque cada vez el viento es más potente. Ver a un halcón girar sobre sí mismo en pleno vuelo no tiene precio pero tampoco es que inspire demasiada confianza.
Paramos a comer y preguntamos a la camarera si es normal que haya tanto viento por aquí. Nos dice que sí, que suele hacer mucho viento, pero admite que hoy es un día especialmente malo. Y nada de tornados, que es lo que más nos importa en este momento.
Después de unas hamburguesas de verdad y de intentar ver un partido de la Champion (sin éxito), volvemos a la carretera. Pusimos la radio para asegurarnos de que de verdad no había ningún tornado y nos quedamos más tranquilos. Seguimos hasta un museo (otro más) de la Ruta 66. Hacemos algunas fotos por fuera, entramos y nos encontramos con una recepcionista muy borde. Nos dice que quedan 20 minutos para cerrar. Pues vale, hacemos la visita en 20 minutos, tampoco pensábamos pasar la tarde. Cuando intentamos pasar más allá de la tienda de regalos nos dice que no podemos continuar porque van a cerrar en 20 minutos. Este lugar no puede ser tan grande, señora. En vista del éxito, nos largamos.
Tras el fiasco del museo, llegamos a un lugar que no sé muy bien cómo calificar, que antaño fue un mercado de carne. Allí encontramos a dos tarados llamados Harley y Annabel y que se hacen llamar The Mediocre Musicians y a los que nosotros llamamos simplemente "los tarados".
Cuando llegamos allí, había un matrimonio de mediana edad con cara de circunstancias. Me pareció incluso que se alegraban de vernos aparecer. Tampoco coincidimos con ellos mucho tiempo porque, de pronto, desaparecieron. Yo creo que aprovecharon nuestra llegada para hacer la "tres catorce" y largarse. Eso nos tendría que haber servido de advertencia.
El manso y yo teníamos miedo. Me miró con cara de sufrimiento y se fue discretamente a la parte trasera del grupo. A los pocos segundos, yo también me aparté un poco. Los tarados se hicieron los simpáticos, nos sacaron latas de cerveza y nos invitaron a sentarnos. Yo no sé las latas de los chicos como estarían pero la que me tocó tenía por encima algo que iba más allá del polvo común y se aproximaba más al aspecto de las cenizas del volcán Eyjafjallajokull (o a cómo me imagino yo que son las cenizas del volcán Eyjafjallajokull). Luego me dio igual, porque el señor tarado tiró mi lata y, en señal de disculpa, me la cambió por la suya.
Gamab - Ni se te ocurra beber de ahí.
Laura - Tranquilo, tampoco pensaba hacerlo.
Poco a poco, según Harley (claramente perjudicado por los efectos del alcohol y las drogas) intentaba ser gracioso con la única mujer del grupo (yo), me iban entrando cada vez más ganas de largarme de allí. Gamab intentaba dar largas con diplomacia y el del restroom no se enteraba de nada, incluso se vino arriba en un par de ocasiones (quedará grabado para siempre en mi memoria un sentido "electricity is my friend"). Yo creo que tuvo algo que ver con la invitación a chupitos del contenido de una botella de Jack Daniels (no creo que les dieran Jack Daniels a las visitas). No sé, yo hacía como que me entretenía viendo su colección de fotos con los grupos que hacen la ruta 66, cuando en realidad estaba buscando gente fea y poco fotogénica.
Cuando ya queríamos irnos, nos preguntaron si teníamos cámara de vídeo.
Laura - "Uy, pues me la he dejado en el coche" (¡qué pena!)
Tarado - Pues ve a por ella, te esperamos (¡mierda!)
Voy al coche, traigo la cámara y los tarados cierran la puerta con llave por dentro. ¿Es cosa mía o esto es cada vez más siniestro? Miro al manso y le digo telepáticamente "vamos a morir". No sé si le habrá llegado el mensaje mental, porque está entretenido con la cámara de fotos. En vez de matarnos, nos hacen su espectáculo folklórico musical cantando una canción sobre la Ruta 66 y por fin vemos la escapatoria: alguien ha mirado la hora. Uuuuuy, qué tarde es, si nos tenemos que marchar.
Pero no, la cosa no termina. Nos hacemos fotos con ellos en la calle, con la fachada del antiguo mercado de carne de fondo. Después Annabel se pone a repartir abrazos (ya sabéis todos que no me gusta que me toquen sin permiso) y se empeña en que la acompañemos a ver nosequé trastos que tienen en un patio por allí al lado. No sé, todo esto es raro, sobre todo cuando la tarada empieza a mirar hacia nuestro coche e insiste en enseñarnos cosas y en llevarnos a la parte trasera.
Gamab - ¿Has cerrado el coche cuando has cogido la cámara?
Laura - Hostia, no me acuerdo.
Gamab empieza a pulsar compulsivamente el botón de cerrar del mando del coche y se va con el manso a vigilar más de cerca nuestro Ford Explorer lleno de cosas. El del restroom sigue con su subidón (provocado por el Jack Daniels rebajado) y se hace unas cuantas fotos más con la tarada. Bueno, me quedaré con él haciendo fotos mientras digo insistentemente que nos tenemos que ir, a ver si cuela. Y finalmente cuela, pero tarda y la tarada sigue insistiendo en abrazarme.
Nos largamos de allí, salimos de Oklahoma y nos adentramos en Texas. Hacemos noche en el Cactus Inn de McLean, el único motel de la ruta que no tenía hindú (estos eran tejanos). En la habitación hay señales inequívocas de en qué estado nos encontramos, como cuadros con temática vaquera y una lámpara con un señor montando un toro de rodeo en todos los laterales de la tulipa (y que se enciende por contacto con las partes metálicas, cosa con la que nos entretuvimos varios minutos).
Vamos a cenar a un Steak House cercano al motel y constatamos que los tejanos tienen dos características fundamentales: hablan con un acento complicadillo de entender y andan como si acabaran de bajarse del caballo. Esto es así para todos, desde la camarera de 15 años hasta una señora muy mayor que iba agarrada del brazo de su hija.
La cena estaba muy buena, es una lástima que yo ese día no me encontrara bien del estómago y no pudiera terminarme el enorme sándwich de pollo que me pusieron. Eso sí, no pude negarme a probar el filete (de carne picada) ni el mini postre que pidió Gamab.
Cuando tenga vídeo de los tarados, lo pondré por aquí.
ResponderEliminarQué miedito la tarde retenidos con los tarados...
ResponderEliminarFoto de la lámpara-rodeo ya!!!
ResponderEliminar@María: no lo sabes tú bien.
ResponderEliminar@Hell's Tea: les tendría que haber preguntado a los señores tejanos del motel dónde la compraron.