Unas doce millas después de haber salido del motel (y todo de frente), salimos de Albuquerque. Hoy empiezo conduciendo yo, a ver qué me encuentro. De nuevo vuelve a haber rotondas, caminos de tierra y grava, otra curva de la muerte y una curva donde casi nos matamos porque entraban en conflicto lo que me han dicho que no hay que hacer en una curva y las lagunas que tengo con el manejo de coches automáticos, que son muchas. También tuve un ratillo de granizo y nieve en el desierto pero poca cosa comparado con la nevada que le cayó al manso cuando me relevó al volante.
El busca-balas va con diarrea, no sabemos si por las alitas hot de anoche o más bien ha sido una acumulación de excesos gastronómicos a lo largo de la última semana. Antes de salir del motel, se ha empastillado con Fortasec y ha cogido un rollo de papel higiénico, en previsión de tener que dejar rastro en el desierto. Por suerte, no hubo que hacer parada de emergencia.
También nos encontramos una serpiente en medio de la carretera. No estaba viva, estaba atropellada (y no fui yo, en serio) pero me hicieron dar la vuelta igualmente porque le querían hacer fotos. El busca-balas sugiere que nos hagamos las fotos con ella en la mano como si la hubiéramos atrapado. Estás tú que voy a coger una serpiente atropellada y voy a posar con ella. Los otros dos tampoco estaban por la labor, así que ignoramos la sugerencia y seguimos.
En la primera parada, le cedo los mandos del coche al manso, como ya he dicho. No es que me aburriera (con caminos de tierra, curvas de la muerte, clima constantemente cambiante y amenaza de vertido masivo de residuos orgánicos nadie puede aburrirse), es que las almohadas del motel eran horribles y enseguida se me cargó la espalda.
Como nuevo México tiene poco que ver, queda visto a la hora de comer. Paramos en Gallup, precisamente en el último pueblo de Nuevo México, después de una divertidísima tormenta de nieve (con ventisca y todo) en el desierto. La temperatura cayó hasta 28ºF (-2º C). El lugar elegido fue un buffet oriental donde, por primera vez en varios días, comimos fruta (el intento previo fueron unas manzanas raras que cogimos el día 4, justo después de mi incidente con la cafetera.
Después de comer, seguimos con los 28ºF pero ya no nevaba, hacía sol y la nieve acumulada en el coche se había derretido. Menos mal que le hicimos la foto antes de comer y no esperamos a después.
Salimos de Nuevo México sin parar en más pueblos, aunque tampoco había nada que ver, y entramos en Arizona, que tiene otro cambio de hora. En la primera parada que hicimos allí, le compré un Zippo a mi padre como regalo de cumpleaños y el busca-balas se compró otro porque le dio envidia. Tras las compras, continuamos hasta el parque nacional del bosque de madera petrificada, que es enorme y un piñazo. La madera petrificada está al final pero por el camino han puesto un montón de cosas absurdas (porque como Estados Unidos es un país joven que tiene poca historia, cualquier cosa les llama la atención). Dos horas después (saltándonos paradas), llegamos a la madera petrificada.
La fauna del parque era muy variada: jubilados, ciervos y cuervos. Uno de los cuervos nos cogió cariño, aversión o vete tú a saber qué y se dedicó a acosarnos durante un buen rato. Creo que esto fue lo más entretenido de toda la visita.
Después paramos en el motel que tiene las habitaciones con forma de tienda india (creo que los conos de Cars se inspiraron en este motel) y preguntamos el precio a la señora borde que estaba en la recepción. Nos parece una clavada y además la señora nos ha caído, así que continuamos el viaje y nos pasamos del pueblo donde pensábamos parar. En Nuevo México esto es una putada, porque los pueblos están muy alejados y, o retrocedes diez millas, o continúas veinte. Decidimos retroceder y resultó que el pueblo tenía miles de moteles. Escogimos uno cualquiera y nos salió cada habitación por 32$ (mucho más barato que donde la señora rancia). La única pega era que el wi-fi no funcionaba con la clave que nos dieron pero eso se arregla rapiñando conexión del motel de al lado.
Como de costumbre, preguntamos al hindú de recepción dónde podemos cenar, pedimos las toallas que faltan en una de las habitaciones y damos el día por terminado.
Pues no sé yo entonces si será conveniente para mí hacer la Ruta, porque soy como los viejos, en cuanto la temperatura sube o baja un grado ya me cojo un trancazo.
ResponderEliminarPero por otra parte... 50 alitas picantes y baratas!!! Qué dilema!!!
Pero qué quejica eres. ¿No ves que los coches ya vienen con climatizador?
ResponderEliminarUuuuuaaauuuuhhh!! Nieve en el desierto!
ResponderEliminarSí, no veas que juerga conducir con ventisca de nieve.
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