viernes, 28 de mayo de 2010

Día 10 (02-05-2010)

Por fin nos ponemos en camino hacia Las Vegas. Por el camino, hacemos una parada en una antigua central eléctrica, delante de la cual había aparcados cuatro coches clásicos del Club Corvette. Durante un breve lapso de tiempo me planteo seriamente apropiarme de un descapotable negro pero me conformo con hacerle un par de fotos artísticas. Como cobran entrada al museo, salimos de la central. El busca-balas y yo vamos a ver un antiguo Tren de Santa Fe (sí, hoy es todo antiguo) que está al otro lado de la calle. Bueno, no sé si llamarlo "tren", teniendo en cuenta que tiene menos de 100 vagones y sólo una locomotora. Los otros dos se quedan hablando con unos moteros.

Seguimos conduciendo rumbo a Las Vegas hasta que vemos el desvío al Skywalk. Nos metemos por el desvío y, cuando comprobamos que son 50 millas de ida más otras 50 de vuelta, volvemos a la carretera principal que nos llevará a Las Vegas. Allí encontramos señales que avisan un retraso y la carretera pasa de dos carriles por sentido a uno solo, quedando cortado completamente uno de los laterales (el de nuestro sentido, precisamente).

De pronto, nos paramos. ¿Habeis visto los atascazos que salen en las pelis y las series, que la gente hasta se baja del coche? Pues uno de esos. Hay un grupo de chavales que aprovecha la retención para pasarlo bien: bailan, se tiran en monopatín, hacen pases con un balón de fútbol americano, uno sale corriendo detrás de los papeles del coche que se han ido volando... Nosotros nos ponemos a hablar con los del coche de detrás, que da la casualidad de que también son madrileños. Mientras, vemos pasar helicópteros, camiones de bombreos y coches de policía. Conclusión: piñazo. Y gordo.

El busca-balas y el manso se acercan a ver qué ha pasado. No hay heridos (al menos graves) y ha sido un choque más o menos normal, lo que pasa es que esta gente es muy exagerada. Nos tienen allí dos horas, mientras siguen llegando helicópteros y más coches de apoyo.

Por fin nos dejan continuar hacia la Presa Hoover. Pero antes, hay un control, suponemos que por lo que había pasado en Nueva York el día anterior. El control se suma al desvío fallido al Skywalk y al atascazo de dos horas, así que a ver a qué hora llegamos a Las Vegas, que hace ya mucho que va siendo hora de comer.

Llegamos a Las Vefas, sin comer, pero llegamos. El hotel tiene buena pinta y, sobre todo, piscina. También tiene un ascensor con cambios de presión atmosférica y un mueble-bar automatizado. En cuanto lo veo, llamo a los otros dos para hacerles un resumen de todo lo que hay en la habitación (como un albornoz de mujer y otro de hombre, para que vayan decidiendo quién se queda cada uno) y para advertirles del mueble-bar. En cuanto le digo al del restroom que el mueble-bar tiene sensores en los huecos y te carga automáticamente todo lo que saques, oigo que le pega un berrido al otro.

R - (al otro) ¡Tú, ni se te ocurra tocar el mueble bar! (a mí) ¿Y qué pasa si hemos cogido una botella?
L - ¿La habéis vuelto a dejar o está fuera?
R - No, la hemos vuelto a dejar
L - Entonces no pasa nada
R- ¿Seguro?
L - Supongo

Lo siguiente que queremos hacer es darnos un bañito. El del restroom no tiene bañador (recordemos que perdió la maleta), así que la piscina tendrá que esperar un rato. Se baja con el manso en busca de uno y, cuando vuelven, la piscina ya ha cerrado. Problemas de llegar a Las Vegas tan tarde. Por lo menos ya tiene el bañador para cuando lleguemos a California.

Quedamos una hora más tarde para cenar (ya nos saltamos la comida qué más da). Decidimos repetir las 50 alitas de Hooters pero esta vez sin dejarnos engañar por la camarera en la elección de la salsa. Salimos del hotel y decidimos ir andando, porque hemos visto en Google que está cerca. El problema es que, al cabo de un rato, nos damos cuenta de que hemos ido en dirección contraria. Mejor paramos un taxi. Bueno, no hace falta, ya se para él solo al vernos a los cuatro en la acera.

El taxista es griego y tememos por nuestra vida, porque eso de que los griegos conducen mal no es un tópico, hasta ahora se está cumpliendo. También es un rato plasta el señor. Será cosa de la nacionalidad, como lo de conducir mal y hablar a voces. El intento de sacarnos más propina de la debida creo que también, porque todavía me acuerdo de lo rata que era mi jefe de Berlín.

Llegamos a Hooters, que tiene allí un hotel-casino montado. Nos sentamos en el primer restaurante que vemos. Esto... creo que nos hemos equivocado, esto no es el Hooters que buscamos. Le preguntamos a la camarera por las alitas de pollo y se da cuenta de que nos hemos confundido. Muy amablemente nos lleva "donde las chicas guapas", como ella dice, y por fin podemos pedir a gusto nuestra bandeja de cincuenta alitas y una jarra grande de cerveza a la única camarera que no era un orco. Bueno, no era la única, había otra muy mona pero estaba embarazada.

Ya cenados (que falta nos hacía) volvemos en busca de las máquinas tragaperras de 1 centavo y de la discoteca del hotel.casino de turno. Lo de las máquinas tragaperras es simple: el casino invita a beber a todos los jugadores, así que por dos dólares te puedes tomar unas cuantas copas. Por ir a lo fácil, nos metimos en el casino más cercano a nuestro hotel.

Pero primero hay que cambiar a billetes de 1$. Me ven cara de menor de edad y me piden el pasaporte pero lo tiene el busca-balas, que se ha quedado jugando con el manso. El del restroom cambia un billete de 20$ en billetes de 1$. El tipo que nos atiende es hindú (todos los días tenemos que encontrarnos con uno en nuestro camino) y bastante simpático. Cuenta los billetes en español y, cuando no está seguro de cómo se dice un número, nos mira buscando aprobación. Con el cambio en nuestro poder, volvemos donde están los otros dos. El busca-balas ya ha terminado, así que me lo llevo a cambiar pasta. Él cambia euros a dólares y yo cambio dólares a billetes más pequeños.

Como ese casino era un poco truño, tiramos al Bellagio (el de Ocean's Eleven). Allí ya hay máquinas de 1 centavo de verdad y con un dólar estamos un buen rato (y conseguimos que venga la camarera, que es lo que queríamos). Las copas del Bellagio están bien cargadas, yo no sé qué política seguirá el casino respecto a las cantidades de alcohol en las bebidas.

Los siguiente está muy difuso (en realidad no, es que prefiero no acordarme porque fue muy lamentable) y recupero la autoconsciencia cuando, a las 5 de la mañana, me despierta una italiana con la que trabajé pero paso de cogerlo. Sigo durmiendo y me despierto al día siguiente bastante tarde. Ahora tengo dolor de cabeza, un boli bic de Hooters y... ¿pero qué cojones es esto? Ah, claro, lo de anoche...


Muy bien cari. Tú publícalo en Facebook para que se entere todo el mundo de lo que puedes hacer en Las Vegas con unas cuantas copas de más, 40$, un desafortunado "no hay huevos" y que todo te parezca gracioso. Al menos al del restroom le fue bien en Las Vegas y ganó 5$ en las tragaperras de 1c.

Foto del día: mi coche. Mira qué limpito lo tengo.

5 comentarios:

  1. Vamos a ver... llevo no sé cuánto tiempo esperando a ver si contabas qué pasó en realidad durante el famoso paréntesis etílico, y ahora no cuentas ná!!

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  2. El post ya es muy largo de por sí. ¿No te vale con eso?

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  3. Bueno, pues si esa excusa no te vale, te diré que tampoco quiero darle mucha difusión y que ya te lo contaré con una taza de té del infienno o un Rachmaninoff con posos cuando me hables de tu tutora negada y de tus ni-nis multiculturales.

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