domingo, 9 de mayo de 2010

Gran finde

¿Qué es lo mejor que se puede hacer un fin de semana? Cualquier cosa, excepto perderlo en aviones y aeropuertos, que es lo que estoy haciendo yo. No sigáis mi ejemplo que no es bueno.

Salí de San Francisco a las 6:00 (hora local del sábado). Poco después de las 3:00, dejamos el hotel correspondiente, pedimos un taxi y tiramos para el aeropuerto de San Francisco. Dejamos las maletas en facturación directamente con dirección Madrid (espero que lleguen, que nosotros tenemos otro vuelo por medio) y vamos a pasar los controles pertinentes. La alerta antiterrorista está en el nivel naranja, nos quitamos los zapatos (y yo con unos calcetines de lo más soso, qué pena), llenamos varias bandejas con nuestros correspondientes trastos y tiramos para adentro. Alguna maleta pasa varias veces por el escáner pero es lo de menos. Yo tardo mil años en quitarme y ponerme las zapatillas (cosas de las Converse de media bota). Llega la hora de embarcar y yo me duermo en cuanto puedo reclinar el asiento.

Cuatro horas después (o eso creo, cuando duermes no calculas igual de bien el tiempo), llegamos a Chicago, donde salimos a por los billetes del vuelo a Madrid, hacemos un segundo control (vuelta a descalzarse) y pasamos horas y horas y más horas hasta que, con tres horas de retraso según lo previsto, nuestro vuelo quiere salir rumbo a España. Cosas de las nubes de ceniza volcánica, que los pilotos no sabían por dónde entrar. En teoría nos van a desviar por Casablanca pero finalmente no lo hacen y entramos por el sur de Portugal. Me da igual, yo pienso volver a dormirme, que nueve horas son muchas horas y el fin de semana promete.

Por fin llegamos a Madrid. ¿Estarán las maletas? A la ida ya se perdió una, sería mucha casualidad (y mala suerte) que se perdiera otra más a la vuelta. Las maletas están. Abrimos para redistribuir los trastos (uno de mis compañeros de viaje llevaba sobrepeso) y vemos unas agradables notas de seguridad aérea del aeropuerto de San Francisco, anunciando que nos han abierto el equipaje. A todo esto, creo que me han jodido el único candado que tenía. Pero no me doy cuenta, estoy más preocupada por saber si esta tarde podré volar a Berlín.

Al salir de la recogida de equipajes, mi padre me tranquiliza: mi vuelo de la tarde sigue anunciado en las pantallas de salidas. Ya en casa, hacemos otra comprobación vía web en el aeropuerto de destino: el vuelo sigue programado. Otra cosa es por dónde me desvíen y a qué hora llegue allí. Espero que el evento no se cancele, porque lo que estoy sufriendo para llegar a tiempo no tiene precio.

5 comentarios:

  1. Qué angustia! Me estaba pensando lo de hacer la Ruta 66 con los dineros del Pastalacabra, pero tanto avión me va a venir fatal. Nada, nada, pasaré el verano en Benidorm. En la calle Benidorm.

    ResponderEliminar
  2. No subestimes la calle Benidorm. La última vez que estuve por allí me encontré un tramo de escaleras muy divertido.

    (qué engorroso es colocar acentos con un teclado alemán)

    ResponderEliminar
  3. ¿Desde un teclado alemán? Eso quiere decir que te encuentras en tierras alemanas...? A ver si puedes volver :-P

    ResponderEliminar
  4. De eso nada, a ver si puedo quedarme, que es a lo que he venido :P

    ResponderEliminar
  5. ¡Perdón! No sabía tus intenciones. Ayer algo me contaron. ¡¡Suerte!! :-)

    ResponderEliminar

Opinar es gratis